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muebles y pertrechos varios, como ser los restos de un kayak aleuta, porque los Rusos, al venir de Alaska, habían traído consigo una partida de Aleutas para cazar nutrias de mar.

Las razones de los Rusos para instalarse aquí fueron: cazar las susodichas nutrias de mar, desarrollar una agricultura para sostener a Alaska, establecer relaciones comerciales con los Españoles - y luego con los Mexicanos - continuar así la expansión empezada 250 años antes, bajo Ivan el Terrible, el primer tsar ruso unificador. Mientras los Rusos estuvieron, nadie los pudo sacar, y cuando se fueron, se fueron por sus razones propias.

Se habla de los Rusos viniendo del norte hasta dentro de México. Se habla de los Españoles viniendo del sur hasta alcanzar Alaska. Indudablemente, un incongruo encuentro de Europeos de los dos extremos más alejados de Europa, aquí, tan lejos de Europa.

Pero ¿con qué sentir consideraban ese olaje de forasteros los propios paraborígenes en éstas, sus propias tierras? ¿O es que, acaso, tenían tradiciones, antecedentes, de otros forasteros, de muy otro tipo, en otros tiempos?

Una temática, ésta, tan difícil como tratar de convencer de la existencia de los arcos iris a quien dice que no existen porque nunca nadie tocó un arco iris, porque nunca nadie siquiera se le aproximó a uno, ya que, apenas alguien se quiere acercar a un arco iris, no hay más arco iris; o temática por lo menos tan difícil como era la temática de los viajes vikingos a América cuando lo único que, con insistencia, insinuaba su realidad - en contra de un escepticismo, cuando no de un ridículo, generales - era la interpretación difícil de las sagas vikingas, mechadas, para el estudioso moderno, de imprecisiones, hermetismos, aparentes implausibilidades, a veces, en verdad, hasta de contradicciones factuales entre los varios autores, según pudimos apreciar ampliamente nosotros mismos en oportunidad de nuestros fascinantes encuentros con los Vikingos, del lado atlántico del continente.

En este caso, hay tres fuentes que hacen de sagas, mechadas, y aún más mechadas, de imprecisiones, hermetismos, aparentes implausibilidades, pero no, por ellos, inexistentes.

()   Una de esas sagas, la primera cronológicamente, y por mucho, empieza con un personaje de nombre Yu, emparentado de alguna manera con el emperador Shun, y probablemente su ministro de Obras Públicas, y encargado por él de hacer una recopilación de varios viajes - uno de estos viajes, que es lo que nos interesa aquí, allende el Gran Océano Oriental, a una tierra llamada Fusang - recopilación empezada alrededor de 2250 a.C. y terminada unos 45 años más tarde, alrededor de 2205 a.C., cuando Yu se había vuelto, él mismo, emperador, emperador de China, es obvio, por los nombres involucrados.

La existencia de esta recopilación se reconoce como el más antiguo tratado de geografía jamás escrito.