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Es menester aclarar que, en estos casos, se trata de riego por aspersión, y es menester agregar que los calentadores son cosa muy común también a lo largo de las plantaciones de citros. En algunos casos, también vimos, en lugares estratégicos de ciertos viñedos, gigantescos ventiladores; estos sirven para repartir el aire tibio producido por los calentadores. No sabemos cómo siquiera un ejército de calentadores puede entibiar el aire libre de un campo, pero, por lo visto, así debe de ser.

Mientras los incalculables miles de botellas siguen añejándose en el silencio venerable de las bodegas, nosotros estamos viajando hacia la costa del Pacífico, por un camino segundario, sinuoso y pintoresco.

Llegamos a la costa, y la estamos siguiendo hacia el norte - nuestro último trechito hacia el norte antes de la gran bajada hacia Tierra del Fuego - para alcanzar el sitio de un puesto de avanzada que los Rusos tenían en México, a corta distancia al norte de San Francisco, en un lugar que hoy se llama Ross. No sabemos qué nos espera en ese lugar, quizás ni siquiera una placa recordatoria. No sabemos qué es ese fortín Ross, en honor a qué militar vespucciano, pero, por lo menos, el camino costero está resultando pintoresco y una atracción de por sí, por las curvas laterales y verticales de esta costa muy quebrada.

Estamos en el fortín Ross.

Y nos llevamos una sorpresa. Este no es algún fortín más reciente, vespucciano, suplantando el fortín ruso, es el propio fortín de los Rusos. Nosotros, que nos preguntábamos qué podía ser ese fortín Ross vespucciano, ahora descubrimos que Ross no es algún militar célebre vespucciano sino simplemente una abreviación de la palabra rusa Rossía - pronunciada Rasía - que simplemente quiere decir Rusia. ¿Cómo es que no se nos ocurrió antes?



Fort Ross

De todos modos, hay, aquí, los restos parciales, pero bien preservados o restaurados, del recinto ruso fortificado, todo a base de maderos; incluso, algunos de los aproximadamente 40 cañones que contaba el fortín, todavía están aquí hoy. Y ahora entendemos por qué cerca del pueblo de Guerneville, donde visitamos la bodega, hay un río que todavía hoy se llama río Ruso - repartiéndose la red fluvial local con un río García y un río Navarro.

En este fortín Rossía, los Rusos se quedaron de 1812 a 1842; y aun antes, de 1809 a 1811, se habían establecido, primero, en un fortín Rumiantsev, todavía más al sur, más cerca de San Francisco. Los Españoles no se habían enterado de la llegada de los Rusos, y cuando se enteraron, ya era demasiado tarde: los fortines ya estaban construidos e inexpugnables.

Además de las fortificaciones, de los varios cañones, de la capilla y de varios edificios ancilares, todo impresionante por el espesor de sus paredes de madera, vimos iconos rusos, una campana traída de Rusia, toda clase de >>>>>>>>