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En cierta medida, no es tan extraño que los estudiosos sepan más que los lugareños - aunque, a veces, resulta ser al revés, no hay duda.

Sí, Bellevue/Belleview. A gusto. Claro y ordinario exponente del grado de convivencia, a veces de hibridación, a veces de consubstanciación, de las toponimias anglófona y francófona.  ¿O será todavía de desafío?

Así que nada. Vamos a esperar hasta el sitio más famoso y más documentado de los Vikingos en América, Straumfjord, a ver si se nos presenta algún ingrediente rector, catalizador, en la maraña de teorías, suposiciones, convicciones, argumentaciones, vikingas.

Por ahora, vamos a compartir este sitio, no el más famoso, pues, con el recuerdo del más famoso de todos los Vikingos, Leif, hijo de Erik. Una curiosa incongruencia de por sí.

Vamos a pasar la noche entre unos pinos muy bonitos y justito a la orilla del mar.

Tiempo para honrar, dedicándole una meditación admirativa, la obra de hormiga con perspectiva de águila de los investigadores tratando de traducir descripciones, viciadas por una multitud de deficiencias, y potencialmente aplicables a centenares de kilómetros de costa, en sitios concretos y palpables con margen de error de cero metro.

Por ejemplo, este Tickle Cove. La única manera de realmente degustar y admirar el cosmos de razonamientos llevando de palabras inciertas a esta realidad esperanzadamente correcta es seguir los razonamientos, meandro por meandro, palabra por palabra, según los expone el investigador.

Para reducir la problemática a su más simple expresión, es fascinante ver cómo el investigador - después de haber establecido, por otros razonamientos anteriores, qué tierra, en aproximación general, Eriksson tiene que haber avistado y desde qué dirección, y no otra - empieza a analizar el sector así delimitado, en busca del punto que correspondería a lo que se puede entender de las palabras.

En este caso, el sector general delimitado es nada menos que toda la costa noreste de esta Terra Nova, con toda su tremenda complejidad.

•• Y el texto dice, muy prosaicamente, que los Vikingos avistaron tierra y a ella se dirigieron.

• Y razona el investigador: con las tremendas imbricaciones, incursiones mutuas, de tierra y mar en esta costa, con distancias entre culatas de mar y puntas de tierra, varias veces, entre cincuenta y ochenta kilómetros de >>>>>>>>