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nutritiva para los primeros momentos de germinación y desarrollo, por lo que necesitan estar en contacto directo con el suelo y sus minerales desde los primeros momentos, lo que no podría suceder si un incendio no quemase primero todos los desechos vegetales acumulados en el suelo;

→ así que las piñas de los sequoias se quedan colgando de las ramas años y años, hasta 10, 15 ó 20 años, esperando un incendio; cuando ocurre el incendio, pasan dos cosas: el fuego prepara el terreno para las semillas y el calor deseca las piñas en las ramas, las que se abren y se caen al suelo con las semillas o, por lo menos, dejan caer las semillas.

Increíble, lo que la naturaleza no inventa.

Al anochecer, apenas si tuvimos el tiempo de encontrarnos un sitio para pernoctar. Estamos rodeados por hermosos agujíferos, pero se puede apostar sin el menor temor de equivocarse que mañana, al bajar de las alturas, estaremos otra vez en el desierto.  A ver si nos equivocamos.

Incidentalmente, hacia el noreste desde estos árboles máximos en volumen, a no gran distancia por la vía de los pájaros pero a quizás ocho veces mayor distancia por la vía de los humanos, se encuentra otra maximarca botánica. Un tipo de pinos retorcidos por su edad de unos 4.000 años; había un ejemplar de unos 4.600/4.900 años de edad, pero fue cortado en 1964 - se supone y espera que con muy buena razón.  Las plantas vivientes más viejas de la Tierra.

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Esta mañana, la radio nos dio más noticias reconfortantes.

≈~ En el orden local, se está por inaugurar una central nuclear sita a solamente cinco kilómetros de una de las tantas fracturas geológicas de Alta California.  Quizás el nombre del sitio sea el apropiado: el Cañón del Diablo.
≈~ En el orden global, para la próxima, se está preparando más y mejores armas, incluyendo armas químicas.

Ganamos la apuesta. Bajamos, y estamos otra vez en la aridez; otra vez cubierta y conquistada por cultivos sin fin de frutales y viñedos, naturalmente a base de riego y pulverizaciones.

Justamente recién observamos un rato cómo pulverizan un bosque de naranjos; en este caso, por medio de un camión provisto de un armatoste que se puede calificar únicamente de infernal, con seis boquillas de pulverización hacia cada lado, pasando por entre las hileras de los naranjos, en una aureola de muerte - y no solamente para los bichos sino para el operario mismo también.