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¿Podremos visitar la planta de secado de calamares que tenemos la esperanza de visitar?

Aun aquí, la ruta sigue siendo moderna, con todas sus ventajas prácticas y todas sus distorciones de la realidad topográfica. Tal como hemos visto en la tierra firme de Canadá que recorrimos hasta ahora, en esta isla también, se ve caminos anteriores descartados, y suplantados paralelamente por esta modernidad.

Sí, podemos visitar la planta de calamares. Veamos.

La planta también se dedica a secar pescado. Es mucho más fácil desecar calamares, o pescado, que salarlos - según vimos esto último, ayer. Lo único que se hace para secar, tanto calamares como pescado, es abrirlos, limpiarlos, aplastarlos, colgarlos por la cola y dejarlos secar, ya sea al sol - algo como heliodeshidratación - ya sea en secadores artificiales.

Un bacalao lleva unos dos meses para desecarse propiamente - esta operación puede realizarse al sol solamente en invierno porque, en verano, hay demasiada humedad y hay moscas.

≈ Un calamar se deseca en apenas tres días; calamares desecados tienen un olor bastante agradable.

Bien sorprendente nos resultó, según se nos informó amablemente, que el desecado de pescado en Terra Nova es cosa nueva, que se despertó de artesanal a industrial moderno hace apenas una temporada o dos; y están buscando nuevos mercados; también, hacen experimentos para desecar otros tipos de pescado, como ser arenques: vimos una hilera de arenques colgando por la cola, sin cabeza, y otra hilera de arenques colgando por la cola, con cabeza, como experimento para descubrir los resultados de cada modalidad.

Siempre hacia el este, camino a la ciudad de Saint John's.

El panorama sigue bellísimo, y si bien nunca pensamos de antemano en qué panorama se podía esperar en Terra Nova - por lo que venimos sin ideas preconcebidas - este panorama nos sigue sorprendiendo a cada vuelta de camino; a veces, hay que llamarlo absolutamente espectacular.

Hace un rato, cuando alcanzamos la cumbre de una loma, se extendió delante de nuestra vista, una hermosa indentación de mar, y nuestra propia carretera dándole vuelta al agua para luego subir en curvas del otro lado; y acabamos de calcular por reloj que, para cubrir la distancia desde donde vimos este paisaje hasta llegar al punto de la carretera que se había visto más en la lejanía, nos duró tres minutos a cien kilómetros por hora - lo que, a la vez, ilustra bien la calidad de la carretera a pesar de sus curvas, impuestas por la topografía.

Al mismo tiempo, esta indentación nos hizo tropezar bastante abruptamente, porque de improviso, con los Vikingos.