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Hay un total de 27 tales pantallas; alineadas en tres brazos radiando desde un centro común, a 120 grados de ángulo uno de los otros; dos brazos, de 21 kilómetros de largo cada uno, y el tercero, de solamente 19 kilómetros; éste, más corto, tiene una dirección norte-sur, pero no exactamente norte-sur.

Estas pantallas, cuando vistas, perdidas en la inmensa planicie - que es, en efecto, parte del observatorio - parecen no muy llamativas. Pero cada pantalla tiene un diámetro de 25 metros, pesa unas 210 toneladas, es tan grande que tiene escaleras a lo largo de sus soportes para alcanzar sus partes funcionales, y un hombre en las escaleras o en el interior de la pantalla se vuelve de dimensiones hormiguinas.

A pesar de semejante peso y de semejante tamaño, se puede correr las pantallas a lo largo de los respectivos brazos, de manera que se puede acortar o alargar las distancias, desde cada pantalla a las demás y desde todas al centro común de los tres brazos, de manera que se puede acortar o alargar el alcance efectivo de cada brazo, entre la distancia máxima de 21, ó 19, kilómetros y una distancia mínima de 0,6 kilómetro desde el centro común.

Además, las 27 pantallas pueden apuntar en sintonía a un mismo objeto celeste y funcionar así como una sola desmedida pantalla de tantos kilómetros de diámetro cuantos kilómetros efectivos se les da a los tres brazos.

De manera que, así, es posible extender o achicar la configuración de las pantallas - o, si se quiere, de la super-pantalla única - según el resultado que se quiere obtener; con la configuración compacta, se obtiene observaciones de grandes extensiones, con poca resolución; con la configuración extendida, se obtiene, al contrario, observaciones de espacios limitados pero con muy alta resolución.

Con el tamaño y el peso de las pantallas, no hay que sorprenderse de que, para mover dichas pantallas a lo largo de sus respectivos brazos, hace falta un transportador especial que se mueve a una velocidad - lentitud sería una mejor palabra - de menos de 8 kilómetros por hora, sobre no una simple vía de ferrocarril sino un conjunto de dos vías paralelas.

En este mundo de mastodontes, la curva parabólica de cada pantalla no se aleja más de 0,5 milímetro de su perfección teórica. No es extraño, pues, que las pantallas puedan seguir una fuente radial en las inmensidades cósmicas con la precisión que equivale a 1/oo del diámetro de la Luna llena.

Anoche, cuando llegamos, todas las pantallas estaban dirigidas hacia un lado del cielo; esta mañana, cuando nos despertamos, estaban dirigidas todas hacia el lado opuesto del cielo; pero, al final de nuestra visita, esta tarde, ya no estaban todas en sintonía, sino divididas en dos o tres grupos direccionales, cada grupo dirigido hacia otro lado.