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En un vivero, no se puede pensar en los buenos oficios de las abejas para efectuar la fertilización; y aunque se pudiera técnicamente, el cactólogo, o cómo quiera llamárselo, no lo aceptaría porque él quiere que la fertilización sea controlada; así, sus viveros están prácticamente sellados con mosquiteros para que ni siquiera moscas u otros insectos puedan entrar y transportar el polen de una flor a la otra. Efectúa la polinización, o la fertilización, a mano con sus pinceles, transportando con su pincel los elementos fertilizantes de una flor macho a una flor hembra, de una planta a la otra, porque, si bien cada planta tiene flores de ambos tipos, estos tipos no se pueden mezclar dentro de la misma planta. En otras palabras, sus pinceles son sus abejas mecánicas y especializadas.

Este cactólogo nos pareció muy feliz en su raro mundo de cactos. Lo curioso es que fue mordido por su pasión cactusina ya de niño en su Alemania natal, un lugar tan inapto para cactos como se pueda imaginar.

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Esta mañana, estamos viajando hacia nuestra próxima meta, un radio-observatorio; de concepto parece que muy novedoso.  Veremos.

Teníamos que haber llegado a Dátil a las 9:30 de la mañana. Por lo menos, éste había sido nuestro plan al despertarnos a las 6 de la madrugada, todavía en total oscuridad; pero son las 4:15 de la tarde, y estamos todavía a una hora y media de Dátil. Muy simplemente porque, en camino, de repente, decidimos visitar un lugar que no pensábamos visitar.

Resulta que, ya que pasábamos a algo de 22 kilómetros de un sitio donde sabíamos que hay petroglifos paraborígenes, decidimos visitarlos. Pero, por colmo, como no lográbamos dar con ellos, hablando con lugareños para tratar de ubicarlos, nos encontramos en compañía de lo que se puede llamar una tribu de familias, con una muy interesante historia.

En cuanto a los petroglifos, tuvimos la dificultad, y la satisfacción, causadas por no ser éste un sitio organizado y marcado como un parque, sino un sitio totalmente al natural tal como está desde hace siglos y siglos. En la práctica, lo único que nos dijeron los lugareños fue "vaya por ahí, cruce el alambrado y siga el arroyo a su izquierda, y buena suerte"; así hicimos, y tuvimos buena suerte; es ésta una sensación - la de buscar y de no tener la certeza de encontrar - totalmente diferente de la situación imperante en un parque organizado donde todo está preparado, previsto y asegurado.

Varios de los petroglifos que vimos son del tipo que parece ser universal, y >>>>>>>>