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tuvimos suerte; nos encontramos un rinconcito muy lindo, rodeado, de todos los lados, de agujíferos - agradables a la vista y al olfato.

Y sí, volviendo al tema - en extraño contraste, y en extraña inmiscible coexistencia, con la frívola desenvoltura turística importada - esta zona era, y en realidad sigue siendo, un sitio sagrado para los paraborígenes.

Resulta que, en el siglo pasado, como parte de uno de los tantos tratados firmados con los paraborígenes - en este caso, el tratado de Fort Laramie de 1868 con los Sioux Oglala - Vespuccia les había prometido dejarles estas lomas sagradas a perpetuidad y también, para mayor énfasis - según la poética fórmula afinada al sentir de gente en simbiosis con la naturaleza - dejárselas "por todos los tiempos que sigan ríos fluyendo, pasto creciendo, árboles llevando hojas", a cambio de que los paraborígenes se quedasen en sus reservas.

Pero, apenas firmado el tratado, se corrieron rumores de oro por aquí, y naturalmente, quién se preocupa por tratados y por promesas y por perpetuidad, cuando se trata de oro. A la basura se fue el tratado; y a llevarse el oro se desparramaron por todos los lados los Blancos - con la aprobación felona del propio congreso vespucciano quien ordenó la ocupación del territorio y la deportación de los Sioux. Fue este atropello a lo sagrado de los paraborígenes que llevó, finalmente, particularmente a aquellas batallas que conmemoramos ayer.

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Hacía ya bastante tiempo que no prendíamos la radio, por dos razones; la una, la falta total de tiempo, la otra, la total falta de incentivo en estas regiones, de intereses múltiples sin duda, pero perfectos desiertos radiofónicos. Corrección: no "desiertos"; ello sería adecuado para los casos cuando no podíamos sintonizar ninguna estación, como ya nos pasó varias veces; aquí, sería, más bien, basural radiofónico; porque estaciones hay por docenas, pero son un asalto a los nervios auditivos y un insulto a la inteligencia.

Empero, esta mañana, por un roce involuntario de la palanquita de encendido, nos encontramos con el receptor prendido y, como a pedido de boca, con una emisora paraborigen, emisora sioux, para ser más exactos, con un poco de locución y con mucha música. Por tal pura coincidencia, nos pasamos todo el tiempo de prepararnos, esta mañana, y luego, de llegar a la ciudad de Rapid, escuchando cosas paraborígenes en este santuario de las Lomas Negras.

De lo hablado, naturalmente, nada entendimos; salvo que notamos que, así como entre los otros paraborígenes que pudimos escuchar hablar, como ser los Inuit, >>>>>>>>