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tierra ajena donde podrían ponerse un puchero en la mesa cada día, y no tenían la noción - y ni siquiera tenían la habilidad de tener la noción - geopolítica de la creación de una nación.

Ahora que no para todo el mundo es este marcador conmemorativo de piedra causa para risa; por lo visto, hay gente para quien todo el asunto ha de tener un significado muy diferente, a juzgar por la manera en que la piedra conmemorativa fue desfigurada a balazos. ¿Habrán sido los antiguos dueños de estas tierras?

Echamos a andar otra vez.

Nos encontramos nuevamente con antílopes; muy cerca de la carretera. Pero, apenas nos detuvimos para observarlos, nos dieron de espaldas - para no decir de otra cosa - y se alejaron. Aquí, hay alambrado de ambos lados de la carretera, pero no para alambrar el terreno sino para alambrar la carretera; o sea, la tierra es campo abierto sin alambrados, y es la carretera que está encerrada dentro de su doble alambrado, para proteger el tráfico de las incursiones de los antílopes.

Hemos visto varios rebaños de antílopes más, algunos de ellos, cerca de la carretera, pero cada vez que nos paramos, no les gustó nuestra cara, nos mostraron el trasero y se fueron apuradamente. Comparando esta reacción de los antílopes con su total despreocupación al rugido de automotores lanzados a toda velocidad, sacamos la conclusión de que los antílopes habían aprendido muy bien que vehículos a gran velocidad ladran pero no muerden, mientras que vehículos parados les pueden traer muerte.

Pero a vivo, vivo y medio.

Después de ver varios otros rebaños, por los cuales ya ni nos detuvimos, recién hicimos un poco de cacería; cacería con aparato fotográfico se entiende.

Es que dio la casualidad de que vimos un rebaño bastante nutrido a la derecha frente a nosotros y, por buena suerte, también una pequeña lomita entre la carretera y el rebaño. Allí empezó la cacería; paramos el vehículo cuando escondido por la lomita; aprovechando ésta, y agachándonos con cautela en aumento, nos atrevimos muy cerca del rebaño, que se encontraba justito próximo del otro lado de la cresta de la lomita; y empezaron los disparos, del obturador se entiende. Pero esos animales son tan inquietos, tan desconfiados, que aun el primer tic del aparato los puso en alerta, el segundo, ya los puso en movimiento, y con el tercero, ya empezaron a correr para alejarse del peligro que se imaginaban.

No es una vida la vida de esos animales; siempre alertas, siempre desconfiados. Aun cuando lejos de la carretera, no comen dos bocados seguidos sin mirar de un lado y del otro; y, por encima, la naturaleza les jugó una mala pasada: mientras tienen su cuerpo de un color medio pardo con una que otra mancha grisácea, o sea razonablemente integrado con el ambiente, tienen >>>>>>>>