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Visitamos la central carbo-eléctrica y su mina de carbón.

La central funciona sobre el mismo principio que el ya encontrado, y descrito, en la central carbo-eléctrica de Nanticoke; así que sería redundante repetirlo aquí.

En cuanto a la mina de carbón, que es una mina de tajo abierto, no hay gran cosa que mencionar. Simplemente despejan los sedimentos rocosos que cubren las capas de carbón y sacan el carbón con enormes palas mecánicas, llevándolo a la planta carbo-eléctrica en camiones, si se los puede llamar así, de una capacidad de 120 toneladas cada uno.

La impresión que nos dejó esta mina es de mucho trabajo aburrido, de grandes extensiones de tierra destripada aburridas.

Lo curioso de la mina es cómo fue descubierta.

Los dos geólogos encargados de encontrar un yacimiento de carbón, preferentemente explotable por tajo abierto, y pateando paso a paso a lo largo y lo ancho de la árida alfombra de artemisia wyomingueña tropezaron un buen día con olor acre, pungente, emanando de fisuras en el suelo - olor de combustión subterránea de carbón. Ahí estaba el yacimiento, esperando y anunciándose. Un yacimiento con 240 millones de toneladas de carbón para un consumo de 1.000 toneladas por hora. ¿Cuántas horas de vida, de combustión, de vapor, de electricidad, le da eso a la empresa?

Un aspecto marginal de las operaciones, pero muy de moda - y muy necesario desde el inicio mismo de la revolución industrial - que la empresa cuida mucho y del cual tuvimos la oportunidad de enterarnos, es la pulcritud ecológica.

En el yacimiento, a medida que el carbón termina de ser excavado, la tierra de superficie está puesta de vuelta en su lugar de origen y está sembrada de gramíneas apropiadas a suelo y clima, para dejar el lugar en estado igual "o mejor", según dice la empresa, que el original.

En la planta, es el humo, el objeto de solícito cuidado.

Antes de largar el humo a la atmósfera, se lo limpia, por una parte, de SO2, o sea de anhídrido sulfuroso, pasándolo por una complicada encimada de filtros coadyuvados químicamente, cuya más elocuente descripción la da su costo por unidad, el equivalente de 5.000 vehículos como el nuestro, o el equivalente de 183 millones de litros de nafta al precio término medio hoy en Vespuccia; y se lo limpia, por otra parte, de cenizas voladoras, también con un sistema no menos que complejo, un precipitador electrostático.

A más de empeñarse así en cumplir con los imperativos de leyes vigentes, la empresa también se empeña en convencer a la opinión pública de su ortodoxia ecológica, y para tal propósito utiliza la más poderosa arma conocida, el >>>>>>>>