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En cuanto al Cañón, pues, lo encontrado y entreverado fue así.

Lo primero que vimos ayer al llegar, fue gente y gente y más gente; y cuando tratamos de encontrar un lugar para estacionar, nos sentimos totalmente sumergidos en el problema de tratar de estacionar como sería en el aprieto central de una gran ciudad; y cuando, por fin, pudimos ver lo que habíamos venido a ver, nos dejó más bien desconcertados; ni comparación con lo que vimos - hace, en realidad, ya siete meses menos una semana - del lado sur de este mismo cañón; ninguna comparación con el anfiteatro Bryce que todavía habíamos estado admirando en las primeras horas del mismo día; un gran tajo en el terreno, sin siquiera los recortes variados que se puede ver desde la orilla sur; tuvimos que hacer un gran esfuerzo para, por lo menos, sacar una fotografía de recuerdo para acordarnos algún día de que estuvimos en la orilla norte; y lo poco que se podía ver, ni siquiera se podía ver bien, tapado que era por una contaminación operculante - ¿dónde estaba la prístina claridad de febrero en la orilla sur, con sus nubecitas flotando dentro del cañón, y los arcos iris?

Y acto seguido, descubrimos otra contrariedad. El punto que habíamos alcanzado no tenía continuación. En contraste con la orilla sur, donde el camino de observación corre a lo largo del cañón, por lo que ofrece una proporción razonable entre la cantidad de puntos de observación y la distancia recorrida, aquí, en el norte, en vez de un camino lateral, hay tres caminos distintos perpendiculares al cañón, largos y que parecen sin fin, cada uno llegando a un solo punto de observación; así que, después de ver lo que había para ver en el punto que alcanzamos primero, tuvimos que recorrer a la inversa el mismo camino y, para alcanzar el segundo punto de observación, tomar por otro camino, bien larguísimo, 34 kilómetros, de ida solamente, y luego sería 34 kilómetros de vuelta naturalmente.

En lo positivo, la orilla norte tiene dos ventajas que no hay en la orilla sur.

Una ventaja es precisamente este nuestro segundo punto de observación, de nombre Cape Royal, o sea Cabo Real.

Su ventaja es que se encuentra en la punta extrema de una de las crestas que se adentran transversalmente hacia el centro del vacío del cañón, por lo que, desde dicho punto, se tiene una vista de cualquiera de las vistas posibles desde la orilla sur, aun cuando no, por ello, comparable.

La diferencia estriba en que, por una parte, cualquiera sea el punto de observación en la orilla sur, se ve la extensión del cañón en una dirección solamente, o si se quiere, en algo de un tercio panorámico solamente; y, por otra parte, se ve el fondo del cañón solamente por gradaciones, o sea de manera que la perpendicular desde el centro del fondo del cañón está lejos del punto de observación; mientras que desde este Cabo Real, estando en el medio >>>>>>>>