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ambiente de este mercado; lo único que podemos hacer es repetir la palabra que utilizamos al principio, que creemos que es la mejor, la palabra "faraónico". Una cosa absolutamente piramidal.

Y las cajas de pago son la otra mitad del espectáculo. Las cajeras marcan los precios a una velocidad absolutamente fenomenal; tienen que haber seguido un curso especial, y bastante largo, para desarrollar esta agilidad mental y digital. Otra cosa asombrosa es que, apenas marcan el precio de cada mercadería, un pequeño altoparlante en la caja pronuncia en voz alta el precio marcado, traducción instantánea del precio marcado en las teclas a una expresión vocal del mismo precio.

Por otra parte, lo que, para nosotros, es una maravilla, para las cajeras, debe de ser un asalto a los nervios, auditivos y generales, o sea a la salud - estar así ametralladas incesantemente por el fue-go-cru-za-do-de-sí-la-bas-ro-bó-ti-cas-de-sus-ca-jas-y-de-las-ca-jas-vecinas, todo mezclándose, golpeándose caóticamente.

Doce cajeras activas; quedan cuatro cajas más, que se podría activar.

Todo este loquerío fantástico se extiende en un local de 100 pasos por 55 pasos, según medimos expeditivamente. Y, de los compradores, hay centenares, cada uno, con su macro-carrito que seguramente puede contener las provisiones para toda una semana para toda una familia.

Quizás las notas anteriores estén un poco desorganizadas, pero toda la experiencia es realmente abrumadora. Un detalle que da la pauta del interés y asombro suscitados por este loquerío es que, ahora que acabamos de salir, "apenas un ratito después de haber entrado" - nos damos cuenta de que estuvimos adentro una hora y quince minutos.

Otra experiencia en Halifax fue nuestra visita a una galería comercial subterránea; que, naturalmente, es una excelente idea para estos lugares con inviernos tan duros.

Hasta las hileras de negocios a la calle tienen la vereda enclaustrada en un paseo transparente para que la gente pueda caminar ... y ser seducida a comprar sin padecer del frío.

Y ahora, estamos en medio de otra experiencia.

Quisimos comprar una botella de vino; y resulta que aquí, en Nova Scotia, como creemos que era el caso en New Hampshire, está prohibido vender vino en el comercio, no hay negocios particulares que vendan vinos o licores; tuvimos que ir a un depósito especial del gobierno de la provincia, donde la venta de vinos es una actividad oficial exclusivamente. Además, nadie menor de diecinueve años puede siquiera tocar las botellas; no es cuestión de mandar a un menor a comprar vino para la familia. Y, naturalmente, nadie menor de diecinueve años puede beber vino u otros alcoholes: estamos mirando un aviso >>>>>>>>