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Y así pasamos, en un día o dos, de la faz de la Tierra como era a la faz de la Tierra como será.

Ello, observando las cosas en escala menuda. Observándolas en escala más gruesa, las cosas no son menos sorprendentes.

En contados días, vimos de manera yuxtapuesta y contrastante:

→ el monumental hielo continental y los innumerables ventisqueros de la isla >>de Ellesmere;
→ el terreno seco, pedregoso, implacable, desde Grise Fiord a Cambridge Bay;
la sorprendente acumulación de ojos lacustres, desde Cambridge Bay hasta >>Yellowknife;
→ la aparición de tímidas hileras de coníferos raquíticos tratando, en la zona >>de Yellowknife, de sobrevivir alrededor de grandes afloramientos de basalto;
más al sur de Yellowknife, la aparición de bosques de coníferos, como >>bosques de coníferos tienen que ser;
→ y éstos, dando paso a bosques follíferos;
→ y éstos, a los cultivos.

Una vívida ilustración de los atributos de la naturaleza y de la estampa humana en ella.

Paramos cerca de un lago para pasar la noche. Podía haber sido un lugar de placidez natural; repentinamente, se volvió una ilustración al instante del contraste entre la actividad tranquila de la naturaleza y la actividad frenética humana.

Nos estábamos deleitando, con la perfecta tranquilidad del agua; con las estelas cambiantes de pájaros acuáticos inscribiéndose nítidamente en el espejo de agua; con peces saltando fuera del agua acompañados por el consiguiente furtivo chapoteo acuoso, y seguidos por los rizos circulares expandiéndose; con los reflejos de la orilla de enfrente; con múltiples conversaciones de la gente alada destacándose en el silencio de fondo ... ... cuando llegó un camión cisterna que destrozó el encanto con su bomba de motor a explosión para proveerse de agua.  Cuando se fue, ya había pasado el momento frágil y efímero del anochecer.

. .
*

La misma situación de placidez violentamente profanada de anoche acaba de repetirse esta mañana, salvo que, esta mañana, el camión derramó aceite de su motor en el lago.

Y salvo que, muy felizmente, esta vez, pudimos terminar de deleitarnos antes del bochinche, en particular observando el comportamiento de una somorguja con su somorgujito.