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noche; se apunta la cámara al Sol, de manera que éste se encuentre en el borde izquierdo del visor, porque no hay que olvidar que el Sol se mueve de oeste a este, o sea de izquierda a derecha; se regula la apertura para obtener la reacción correcta del medidor de luz, pero se achica la apertura de tres posiciones; y así se toma la primera fotografía; luego, hay que rearmar la cámara pero, naturalmente, sin que se mueva ni la película ni el trípode; se espera 15 minutos, dando así al Sol el tiempo de moverse un poco, y se vuelve a hacer los ajustes de apertura del diafragma como en la primera posición; se toma la fotografía; y se sigue con la misma secuencia de operaciones cada 15 minutos hasta la 0:45 de la mañana, logrando así un total de ocho posiciones del Sol en la misma fotografía.

En contraste con la luz solar permanente que nos baña desde cuántas semanas hace, nos cruzó por la mente la visión de lo que debe de ser la presencia, la importancia, de la Luna como único cuerpo luminoso durante la larga, larga, noche invernal, como monarca absoluta, más absoluta que el Sol cuando el Sol brilla, porque cuando el Sol brilla, si bien se sobrepone, cuando y como quiere, a la Luna, tiene que tolerar su presencia; mientras que, en la larga noche invernal, la Luna queda como la única imperatriz sin desafío; el Sol simplemente no existe.  Debe de ser majestuoso.

Sí, estamos volando; estamos regresando a Yellowknife.

Ultimo adiós al Artico. Allí, al sur, nos esperan los mosquitos, nos espera nuestro vehículo en el recinto de la policía, nos esperan más aventuras en esta Expedición. Nuestros contactos con el Artico, en la bahía de Hudson, en Tuktoyaktuk, y aquí, ciertamente quedarán entre las cúspides de nuestras impresiones.

Estamos sobrevolando la esquina del estrecho de Barrow y del seno de Peel, la esquina crucial por donde había que doblar hacia el sur en la búsqueda del paso Norte. Aquí también, el mar está cubierto del mismo mosaico helado que vimos más al norte.

Hoy, nos acompaña un tiempo límpido que es la antítesis del tiempo que tuvimos a nuestra ida.

Estamos sobrevolando la isla de Príncipe de Gales; es total la diferencia de terreno entre esta isla y las que vimos en el norte; dejando de lado el asunto de los hielos, en el norte, el terreno descubierto se presentaba muy seco y totalmente falto de lagos; aquí, al contrario, ya vemos la misma densidad de lagos que vimos cuando levantamos vuelo en Yellowknife.

Estamos en Ikaluktutiak o, para usar el nombre incorrecto pero más conocido, estamos en Cambridge Bay.

Se nos vuelve evidente que, con ver un solo poblado del Artico, uno los vio todos; todos tienen la misma estampa, de un grupo de galpones y de casas estrictamente utilitarios, en un desierto más o menos chato de piedras desmenuzadas.