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Hoy, hace seis días completos que estamos en Resolute.

El tiempo sigue tan obturado como siempre. Sacamos la cuenta de que, en lo que va de nuestra estadía aquí, aparecieron tímidas manchitas de cielo azul solamente durante un 2/ooo del tiempo. Mientras tanto, también perdimos la oportunidad que teníamos de ir a Eureka. Vamos a ver si se nos presenta otra oportunidad, y sin mucha demora - que no nos podemos quedar aquí indefinidamente.

En estas latitudes, no hay medios establecidos de movilización. Todo se hace por avión fletado, y los gastos son tan extraordinarios que hasta las agencias de gobierno y las grandes empresas - mayormente de petróleo, siempre tratan de combinar los movimientos de su gente o de sus equipos; parece un juego de paciencia y astucia, la combinación de qué avión va a dónde, llevando qué para quién; y en cuanto a los particulares, los pocos que hay por aquí, pues no se mueven; así que la cosa no es fácil.

Hoy, encontramos otra persona interesante: un tornero que silba preludios de Bach, un tornero que, en sus momentos libres, construye instrumentos musicales, especialmente barrocos y medievales, y que sabe de música y de su historia, bastante. Fue un placer hablar con él, y una sorpresa encontrarlo aquí.

Entre las muchas personas que ya encontramos en Resolute, hay dos que se llaman Terry. La duplicación no es un problema. El problema es que una es un hombre y la otra es una mujer. Es una ilustración de dos aspectos del concepto anglófono de los nombres de pila.

Por una parte, parece ser casi una obligación ineludible evitar el uso simple y llano de un nombre. Casi todo el mundo tiene algún diminutivo que llega a volverse su nombre verdadero. Ya encontramos varios Bill, pero ningún William - que sería el nombre liso y llano; Dick es un diminutivo, y es el nombre prácticamente oficial de todos aquellos que, en realidad, se llaman Richard. De la misma manera, Terry es un diminutivo - solamente que, en el caso del hombre, es el diminutivo de Terrence, y en el caso de la mujer, es diminutivo de Teresa.  Pero, por lo visto, no importa.

Por otra parte, cuando se recibe una carta de un remitente no conocido, muchas veces no hay manera de saber si el suscripto es hombre o mujer - y no necesariamente por una coincidencia como en este caso de diminutivo, sino porque, en Canadá y en Vespuccia, les dan a los niños nombres que a veces nada tienen que ver con su sexo; e inclusive que ni siquiera son nombres sino que son apellidos de personas que los padres admiran.  Conocimos a una persona de >>>>>>>>