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El silencio, embellecido por el vibrante cantar de los pájaros. Uno de éstos tiene que haber recibido educación clásica de conservatorio; su ritmo, enmarcado en apropiadas pausas, es nítidamente ásí:  

La soledad, muy  relativa; las escuadrillas de mosquitos  siguiendo ferozmente
con su guerra química de picaduras y con su guerra psicológica de zumbido alrededor, a veces dentro, de las orejas. Y nosotros, sin nuestros lindos mosquiteros para poner en las ventanas del coche y sin la trampa eléctrica para mosquitos, de 12 voltios, allá lejos en Dawson Creek; pero quién podía haber previsto tantos atrasos y cambios.

El tiempo - lluvioso desde Fairbanks salvo la hora o dos de la travesía de Haines a Skagway - parece haberse despejado por fin a último momento ahora, a eso de las 23. Hablando de tiempo, después de los calores de Fairbanks, la ambitura se ha vuelto otra vez tan insistentemente fresca que tuvimos que sacar nuevamente ropa de más abrigo.

Una neblina fantasmal se está levantando de la laguna cerca de la cual paramos, envolviendo todo, y nosotros también, silenciosamente; un par de pájaros nocturnos se está buscando, también silenciosamente, su desayuno; deben de ser pájaros nocturnos nominales porque noche verdadera no hay.

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Nos levantamos con la decepción de un cielo otra vez totalmente hermético y bajo. Inclusive, saliendo a la carretera, nos encontramos con que la cobertura nebulosa se deja rascar la barriga por la punta de los coníferos.

Sorpresa de sorpresas, se levantó el hermetismo a ras de árboles, con un cielo despejado y una linda nubosidad variable. Vemos donde estamos; estamos en terreno muy levemente ondulado, casi llano, cubierto de un denso monte hacia el infinito de los cuatro puntos cardinales.

Seguimos sintiendo que estamos viajando por terreno prístino; Božka, inclusive, hizo el muy acertado comentario de que, anoche, pudimos parar sin tropezar con un basural como es casi siempre el caso; así que, realmente, tenemos el privilegio de ver lo pulcra que sería la naturaleza si la humanidad no fuera tan puerca o si no tuviera objetos tan impudribles.

Justito, acabamos de cruzar el paralelo 60, o sea que, pasamos de la provincia de British Columbia otra vez a los Territorios del Noroeste; que cambiamos, otra vez más, de zona horaria; y, más importantemente, que entramos en la línea de caída final del satélite nuclear ruso que se despedazó en la >>>>>>>>>>>>>>>>