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Estamos recorriendo, a la inversa, una parte de la Alaskana que recorrimos a la ida - ahora de Watson Lake hacia Fort Nelson - pero no hasta Fort Nelson porque, antes de llegar a éste, desviaremos nuevamente hacia otros destinos.

Donde había nieve, hay vegetación; donde había hielo, fluyen ríos; donde los lagos estaban todos uniformados de blanco en invierno, ahora nos muestran sus colores individuales; en muchos lugares donde había vistas, ahora estamos encajonados en un corredor de follaje a ambos lados de la carretera; mientras que mosquitos y turistas eran entidades abstractas, ahora están aquí, los primeros, por hordas, y los segundos, por rebaños; también vemos que la tapicería floral no es un atributo del norte por derecho exclusivo e inalienable: las delectables flores de Alaska y de Yukon, también aquí existen.

Lo único que no cambió, y que vemos hoy tal como lo vimos a la ida, son las lastimosamente increíbles extensiones de bosques quemados. Esta extensión en particular habrá sido un incendio excepcionalmente catastrófico; pero otros lugares quemados grandes se suele ver con bastante frecuencia, y no es de extrañarse: justamente esta mañana, durante nuestro desayuno, escuchamos la noticia de que, desde el principio de la época de incendios de bosques de este año en Yukon, hubo 156 tales incendios, de los cuales 77 están en llamas hoy.

Y algo que cambió para peor en grado máximo, como para llorar, son las fuentes termales: donde, en invierno, vimos el encanto del contraste entre el frío ambiente y las aguas termales, todo engarzado en una hermosa soledad, ahora vemos un bañado de los más vulgares, con nubes de mosquitos que hay que ver para creer y - lo más deprimente y lastimoso del caso - los turistas que pululan alrededor del bañado, y literalmente nada ven, salvo un cartel que dice "fuentes termales". No sabemos qué pensarán, pero seguramente no sueñan la belleza y la soledad que había aquí en invierno y que seguirán impresas en nuestras mentes como valiosos recuerdos, mientras que ellos se quedarán con un vacío inerte y, para los más sensibles de ellos, posiblemente un sentimiento de defraudación.

Una novedad que no podíamos haber visto en invierno bajo la nieve y que ahora capta nuestro interés es grandes conos de eyección de grava en-forma-de-V-acostada que surgen de valles en-forma-de-V-parada entre los varios cerros que bordean la carretera.

Con todo, en una escala de valores de 0 a 10, este viaje al norte de América, se merece, en invierno, un 11, y, en verano, quizás 2 ó 3.