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No se entiende que todavía haya centenares de millones de sesos que siguen aferrándose a la absurdidad de los grados Fahrenheit aun cuando sus propios científicos miden en centígrados.

Y, para empezar, no se entiende que el señor Fahrenheit, Gabriel Daniel, en el esclarecido siglo XVIII, alrededor de 1709/1714, no estamos seguros, haya podido concoctar semejante absurdidad, digna de un Museo de Cosas Incomprensibles.

A saber.  Y de no creerlo.

Empezó el señor Fahrenheit, anclando su graduación entre dos extremos vertiginosamente asombrosos - tanto por lo que son individualmente como por la abismal disparidad entre los dos. Para el extremo bajo, eligió ... una mezcla de cloruro de amonio con agua helada incluyendo pedazos de hielo, en vez de algún elemento en su estado natural. Para el extremo alto, eligió ... sangre humana, o sea temperatura del cuerpo humano - valor exacto solamente como término medio, no como imperativo natural exacto.  Vaya combinación.

Y ya que estaba en estado de frenesí, dividió esta escala no en sistema centesimal, o decimal, lo que sería lo mismo - sino en sistema duodecimal, primero en 24 grados, y eventualmente en 96 grados.

Lo curioso es que estos 96 grados del extremo alto de la graduación, que, por su esencia misma, tendrían que ser la temperatura humana, no son la temperatura del cuerpo humano según se mide y acepta hoy: [(96ºF - 32) x 5] : 9 = 35,5 grados centígrados.

De manera que no fue el señor Fahrenheit quien decidió adoptar el grado 32 sobre su cero como deslinde entre agua y hielo sino que su propia elucubración se lo impuso. No es de sorprenderse por el inquebrantable apego de los Anglos, durante tantas generaciones, y de los Vespuccianos, aun hoy, a este vértigo conceptual.

Por otra parte, para ser justo con el señor Fahrenheit, menester es tener presente que no fue él, el único frenético. Ahora no nos acordamos quién propuso, para la parte baja de la graduación, derretimiento de hielo, y para la parte alta, derretimiento de ... manteca.

En cuanto a la graduación en grados centígrados, inventada por el señor Celsius, Anders, ya en 1736, quizás como antídoto contra la absurdidad fahrenheitina, tuvo su propia curiosidad antes de llegar a lo que es hoy.

Sus dos extremos son eminentemente razonables, simples, naturales se puede decir, y basados en un solo elemento - agua. Como punto bajo - deslinde entre agua y hielo. Como punto alto - deslinde entre agua y vapor. Y su división es eminentemente razonable - centesimal.  Pero lo curioso es que ¡con el valor 0 para vapor y 100 para hielo!