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Sabíamos que teníamos cosas que hacer en Fairbanks, pero no soñamos que nos iban a llevar todo el día; de manera que, en vez de seguir viaje hacia nuevos horizontes, estamos otra vez estacionados para la noche cerca del oleoducto. Ya casi nos sentimos como regresando de un día de actividad en el centro a nuestra residencia suburbana.

No parece, pero lleva tiempo lavar la ropa de varias semanas, engrasar el coche después de tanto polvo, como ningún engrasador en una estación de servicio lo haría - por lo que tuvo que hacerlo Karel, arreglar una luz de dirección, cambiar una grampa - y, primero, encontrar una - del soporte de la rueda de auxilio de adelante, aprovisionarse de comida y bebida; no parece, pero el tiempo se va.

Y también, mientras estábamos parados, vino a hablarnos un hombre, como ocurre bastante a menudo; nos pareció un perfecto extraño, pero nosotros no éramos extraños para él; casualidad de casualidades, era uno de los policías de McPherson, pero nosotros no lo habíamos reconocido; fue agradable verlo otra vez; pero es injusto que todo el mundo nos reconozca con tanta facilidad mientras se esconde en su anonimato.

Y también hablamos con un hombre que resultó ser brasileño, de Porto Alegre, y que hace ya muchos años que trabaja aquí, en Alaska; qué cambio de clima; recién se tomó siete meses de vacaciones en Brasil.

Y también nos habló un hombre quien nos dijo haber estado dos veces en los Andes, una vez para escalar el Aconcagua, y otra vez para escalar el Fitz Roy.

Cuántos encuentros.

Hoy, también vimos nuestros primeros dos o tres minutos de televisión desde el principio de esta Expedición, y echamos un vistazo a un diario en un larguísimo tiempo, y Karel fue al mercado con Božka - habitualmente, tiene demasiadas cosas que hacer en el coche para darse este lujo.

La impresión combinada de la televisión, del diario y del mercado nos hizo sentir como en un otro mundo, un mundo enloquecido, un mundo que, naturalmente, conocemos bien, pero que, después de tantos meses de otra cosa, nos pareció todavía más increíble, más histérico, más loco, más despreciable que jamás; y parece la millonésima edición de una pesadilla ya conocida, a saber:

- otro caso de contaminación química de la salud pública, esta vez, con la presencia de un elemento químico nocivo, en una concentración 4.000 veces mayor que el nivel llamado aceptable;

- otro caso de envenenamiento premeditado de comida envasada en venta al público;