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Hasta ahora, también estuvimos viendo, y sinceramente admiramos, la belleza y la cantidad de flores - y no de flores raquíticas, sino bien desarrolladas, del tamaño que se encontraría en otras latitudes más asociadas comúnmente con flores; las hay violáceas, azules, blancas, amarillas, anaranjadas; a veces, en mezclas multicolores, a veces, en grandes alfombrados monocromos.

Pensando en la cena de anoche, comimos un pescado que, por su precio habitual, debe de ser fabuloso, pero que a nosotros no nos pareció diferente de tres o cuatro otros tipos de pescado de carne blanca e insulsa; por lo menos, su nombre suena distinguido; es el halibut. La cocinera de la Expedición opina que el halibut tiene tanto éxito en estos países porque, según sus observaciones, aquí prefieren comidas de sabor apagado. Justamente, una vez, escuchamos una Vespucciana quejarse de que su pescado tenía gusto a ... pescado.

Por otra parte, durante la cena de anoche, y también durante el desayuno de esta mañana, nos encontramos otra vez con una emisora radial totalmente religiosa; en ésta, mezclan noticias de actualidad, música clásica y religión. Y ¿de dónde transmite? Del Polo Norte, perdón, de Polo Norte, o sea un pueblo llamado Polo Norte.  Y es una emisora más fuerte que la de Fairbanks.

Después de un viaje agobiador, para las cubiertas, para el coche, y para nosotros, llegamos, por fin, a un lugar que creemos que es Tofty, pero no estamos seguros porque no hay casas, no hay nadie, solamente una pista para pequeñas avionetas, donde quién sabe cuándo hubo la última actividad y cuándo habrá la próxima.

Justo antes de este paraje que creemos que es Tofty, si es que es Tofty, vimos el pueblito de Manley, que fue una muy agradable sorpresa silvestre y bucólica.  Hasta tiene lirios salvajes.



Una iris salvaje

Ya es tarde, vamos a dormir, al lado mismo de la pista.

Mañana, veremos qué pasa.

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Esta mañana, hicimos nuestras averiguaciones finales: ¿hay o no hay una vía terrestre hasta el estrecho de Bering?

Primero, quisimos conseguir el lugareño más próximo al paraje donde dormimos, supuestamente, el fin del camino. Encontramos uno, a unos dos kilómetros, y probablemente el único dentro de veinte kilómetros a la redonda, un pequeño milagro en este lugar vacío de una gran extensión vacía de América. Nos dijo que el camino sigue unos kilómetros más pero que luego termina, y que no hay comunicación terrestre con el estrecho de Bering.