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universal. Hay guardas uniformados, apostados en los negocios por cualquier eventualidad, vigilando quién entra, está, sale. Hasta hay, aquí, una estatua de Atlas sosteniendo la Tierra en sus hombros, una perfecta réplica de la misma estatua en el Rockefeller Center de Nueva York.

Por otra parte, vimos aquí una estatua mucho más original que lo que se puede encontrar en Nueva York; en verdad, una de las tres estatuas que más llamaron nuestra atención en lo que va de la Expedición - si nos limitamos a las de materiales tradicionales y exceptuamos las estatuas de hielo de Inuvik. Una estatua difícil de describir, pero vamos a intentarlo.

Se trata de una ballena, sumergiéndose verticalmente en el mar, con solamente la cola todavía apareciendo encima del agua; la superficie misma del agua está simbolizada por círculos de metal alrededor de la parte de la cola a ras del agua; y en estos círculos, o sea, mejor dicho, en la superficie del mar, hay dos kayaks de cazadores de ballena inuitas; uno, todavía a flote y luchando, el otro, volcándose, presumiblemente por un golpe de la cola de la ballena; y sus ocupantes, cayendo al agua.



La estatua

En resumen, una idea muy buena y muy alejada de los estereotipos académicos habituales. Pero, muy lamentablemente, por lo visto, no hay una sola persona en posición de tomar decisiones, en todos los poderes públicos de Anchorage, que tenga un mínimo de sentido común si ya no artístico: este grupo escultórico, tan original, que tanto hubiese lucido en alguna ubicación en desnivel para que se lo pudiera admirar también desde arriba, está elevado sobre un pedestal por encima de los transeúntes, y, por colmo, metido en el rincón sofocante de dos paredes, de manera que se ve la gran barriga de la ballena, o sea lo más estático y falto de detalles, de cerca, pero, para quien no se toma el trabajo de mirar, analizar y percibir, todo el drama en la superficie del mar - del kayak luchando y del kayak yéndose a pique y de los cazadores cayéndose proyectados indefensos al agua - está totalmente perdido.

Dio la casualidad que, justo después de observar lo anterior, estuvimos entrevistados por el diario más grande de Alaska. Durante la entrevista, le mencionamos al periodista - por definición, como periodista, persona de aguda percepción - lo del drama escultórico perdido; y, como si fuera una prueba a medida de lo dicho anteriormente, él abrió boca y ojos, y dijo que había visto la escultura innumerables veces pero que nunca había visto el drama de los dos kayaks; otra cosa que la ballena, nunca había visto.

También pasamos por el aeropuerto. Y la sorpresa que nos llevamos. En los espacios interurbanos de Alaska, que es casi toda Alaska, ya habíamos observado la frecuente presencia de pequeñas avionetas, estacionadas cerca de las casas, junto con los coches de la familia; pero, aquí, en el aeropuerto, las vimos estacionadas por docenas si no centenares, como si fueran bicicletas esperando sus dueños.  Fenomenal.