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⇒ que tienen que tapar ciertas de las plantas con plásticos negros para protegerlas contra la duración demasiado larga de la luz del día en verano;

que no plantan nada directamente en el suelo porque éste está demasiado congelado, o por lo menos demasiado frío, aun en verano - así vimos centenares de plantas de tomate, cada una, con sus raíces en una bolsa de plástico, y no por corto tiempo, para su venta, sino como plantación para toda la temporada;

y que tienen un camión con calefacción para entrega de sus plantas en invierno.

Le dijimos al dueño, muy diplomáticamente, que su sistema de calefacción del invernadero, a ras de techo, no tenía mucho sentido, y él nos dijo que, efectivamente, estaba planeando cambiarlo a un sistema a ras de tierra ya que aire caliente sube por sí mismo.  Qué descubrimiento.

De paso, este invernadero de verduras con calefacción imprescindible tiene un congénere en el pueblo de Circle Hot Springs, muy al norte de aquí, más allá de Fairbanks. El interés está en la diferencia de medios y concepto. En Circle, tratan de solucionar el calor para cultivo de verduras con una red de cañerías de agua caliente dentro del suelo. Claro, por el nombre del lugar, tendrán alguna fuente de aguas termales.

Y estamos viajando de vuelta hacia Anchorage.

Nos detuvimos para comprar salmón ahumado y bacalao ahumado. Primero, preguntamos si el ahumado lo hacían con humo de verdad o con una inyección química; nos dijeron, con humo de verdad, así que alegremente nos compramos una buena partida; pero, luego nos enteramos de que, antes de poner el pescado a ahumarse de verdad, lo dejan macerar en salmuera - y no de agua y sal solamente, lo que ya sería bastante malo, sino con toda clase de otros "mejoradores de gusto". Les dejamos los pescados, pagos.

Acabamos de observar, durante largo rato, las legendarias golondrinas de mar, aquellas campeonas de las migraciones, que cada año viajan del verano ártico al verano antártico y de vuelta - o, si se quiere, del verano antártico al verano ártico y de vuelta - cubriendo así entre 16.000 y 18.000 kilómetros por viaje, o sea cada año entre 32.000 y 36.000 kilómetros de vuelo - una hazaña única, especialmente si se considera que no alcanzan, en tamaño, a mucho más de dos veces una golondrina común. Y es de admirar que esta latitud no es su límite más boreal, que algunas llegan hasta la isla Ellesmere en el muy alto Artico; y es de admirar que, en el hemisferio sur, llegan más allá de Tierra del Fuego, más allá de la península antártica más cercana a América, que llegan a un punto aun más lejano de la Antártida, definido por el eje vertical del océano Atlántico.  Increíble.

Estas, que estuvimos mirando, tienen que haber llegado recién de su extraordinaria odisea porque es justamente a mediados de junio que suelen llegar.  Ahora, les tocará criar sus familias sin mucha procrastinación porque, >>>>>>>>