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unas trampas de la sombria industria de pelar los turistas; industria, de todos modos, en total hibernación en esta época, con el 80/oo de las puertas y ventanas entabladas.

A pesar de la hibernación, hay cierto bullicio de gente trabajando febrilmente - pintando esto, clavando aquello, preparando una mejor trampa para los turistas quienes, tan seguro como que los pájaros migratorios vuelven, volverán dentro de un par de meses a hacerse pelar los bolsillos.

Lo que sí aprendimos durante una charla con el personal de la oficina de denuncias mineras es que aquellas operaciones mineras que vimos a lo largo del arroyo Bonanza siguen siendo de extracción de oro.

No solamente hay todavía bastante oro a lo largo de este y de muchos otros arroyos de la zona, todo dividido debida- y legalmente en denuncias, sino, además, que el sinfín de descartes anillados dejados por la fiebre del oro sobre kilómetros y kilómetros, no lineales sino cuadrados, también está aparcelado en denuncias - porque se supone que los medios de extracción rudimentarios de principios de este siglo tienen que haber dejado pasar bastante oro que, por lo tanto, debe de estar todavía escondido entre o, más probablemente, debajo de la grava, prácticamente al alcance de la mano - una idea que también habíamos comentado entre nosotros cuando, tratando de escalar uno de los derrumbadizos montículos, nuestros ojos automáticamente empezaron a esperar la aparición del brillo de alguna escamita de oro olvidada.

De modo que la extracción de oro, lejos de haber terminado para siempre, está recobrando vigor, comparando una producción de 155 kilogramos en 1970 con 2.270 kilogramos en 1980.

También vimos el río Yukon, por completo helado en este momento del año, por donde llegaban desde el sur, desde Whitehorse, las hordas de enloquecidos, o soñadores, o desesperados, como se quiera considerarlos, en busca de su fortuna en los repliegues de las colinas, y también las cohortes de avivados en busca de su fortuna, en los bolsillos de los primeros. Esta calle costera debe de haber visto cosas en sus momentos.

Bastante notable. Tanta fama y tan duradera por solamente diez años de fiebre. Pero debe de haber sido fiebre delirante.

Y pensar que esta fiebre podría haber no ocurrido, o podría haber ocurrido en otra comarca - con el mismo oro. Resulta, se nos dice, que la última Glaciación, por alguna razón, no cubrió lo que hoy se llama Klondike; y si lo hubiese cubierto, bien podría haber arrastrado la superficie de la topografía, con oro y todo, a otro sitio.

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