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Hemos bajado paulatinamente unos 400 metros. Aparecieron nuevamente coníferos; aparecieron también nuevamente huellas de cuadrúpedos. La ruta sigue cubierta de nieve compacta. Las cumbres de alta montaña se han vuelto ahora serranías más tranquilas. Pero el conjunto sigue muy pintoresco.

Hemos parado para la noche en un campamento de la vialidad porque, si bien esta carretera no está prohibida al público como lo es la de la bahía de Hudson, en la práctica, público aquí no hay de todos modos, solamente los camioneros que van a Inuvik y Tuktoyaktuk, y hay un espíritu de compañerismo entre extraños parecido al que había en la bahía de Hudson, centrado en los campamentos de vialidad a manera de caravanserrallos.

No sabemos qué nos espera más adelante en este trecho hacia el océano Artico pero lo que hemos visto hasta ahora valió cien veces el haber venido hasta aquí; fueron una vista, un ambiente y una experiencia fabulosos.

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Esta mañana, siguen las mismas amplias ondulaciones. Sin embargo, la carretera, en vez de buscar los valles, como ocurre en general en terreno de serranías, está siguiendo partes más altas, ofreciendo, por lo tanto, amplísimas vistas hacia todos los lados.

Todo está cubierto de nieve. Otra vez hay coníferos, pero raquíticos; es de preguntarse para qué sirven.

Recién vimos un pájaro notable por dos razones: una razón, que lo vimos solitario, mientras que pájaros siempre viven en comunidades; la otra razón, su camuflaje, que pareció muy acertado en este ambiente de nieve y coníferos, un plumaje blanco y negro.

Hace un ratito, notamos, a lo lejos, en la carretera, unas tres bolas de nieve, y nos preguntábamos cómo podían estar allí, en un sitio, por otra parte, totalmente apisonado y plano - hasta que, a último momento, cuando estábamos ya a solamente 10 ó 15 metros, las tales bolas de nieve levantaron vuelo y fueron a posarse a unos 60 metros de la ruta entre un grupo de quizás una docena de otras perdices-ptarmiganes. Si no hubiésemos aminorado la velocidad un poco ante nuestra sorpresa de la presencia de las bolas de nieve, probablemente las hubiéramos matado.

¿Cómo pueden ser tan invisibles estas perdices de las nieves? Porque ni sus patitas las delatan. Hasta sus patitas las tienen abundantemente emplumadas. ¿Y en verano, entonces, cómo se las arreglan? En verano, la cosa pasa de interesante a notable, hasta increíble. En vegetación estival, no más blancura; se camuflan en plumaje mosaico de negro, blanco, amarillos, anaranjados y pardos.  ¿Cómo será el mecanismo?