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manda la etimología y el sentido de la palabra: "neer" nada significa; "neder" significa algo primordial en cuanto a la posición "baja" de estos países, incluso, a veces, debajo del nivel del mar; además, no presenta ninguna dificultad de pronunciación.  No había nadie en la caseta nederlandesa.

Vamos a pernoctar aquí mismo, a cien metros adentro del territorio nederlandés; más precisamente, del territorio del señorío de Groningen, ya que así era el estatuto de esta tierra en el estrato de tiempo en el cual estamos viajando en este momento, el siglo XVII.

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Este amanecer - mejor dicho este pre-amanecer, porque, a las siete, podía haber sido sólo las tres de la noche, y ahora, a las ocho, no se sabe qué tipo de día está por nacer - aprendimos algo: que la ausencia, ayer, de aduanero no es garantía; esta madrugada, hay uno.

Antes que nada, comprar dinero nederlandés. No, no por cambistas callejeros solicitando nuestra transacción y compitiendo entre sí con ofertas de precios variadamente por encima del cambio oficial; sino, con quieta rutina, sin discutir, sin comparar, en la oficina de cambio, tan oficial como la frontera misma.

Y ya que tenemos billetes y monedas en mano, a ver qué nos muestran.

Los billetes exudan extrañeza. Extrañeza cuya causa durante largo rato nos dejó en ayunas.

Una buena manera de imaginarse el mundo de los billetes de banco nederlandeses - y quizás la única manera - es imaginarse una oficina técnica, más precisamente de dibujos técnicos, instalada en una sala de jardín de infantes: en un ambiente de explosiva policromía, inhabitual en el sobrio mundo bancario, habitual en jardines de infantes, docenas de dibujos, diagramas, planos técnicos, desde algo que podría ser microcircuitos electrónicos hasta algo como mensajes en códigos secretos, o algo que podría ser cuadriculados urbanos y sus calles, o, ya que estamos en los Países Bajos, pólderes y sus canales, pasando por expansiones de ondas entrelazándose, y por toda clase de dibujos sencilla- y complicadamente geométricos para los cuales nos falta vocabulario. En uno de los billetes, hasta un campo de flores, tipo jardín de infantes, tiene por fondo una combinación geométrica.

Las monedas ofrecen dos casos cuyo significado, como reflejo del alma nacional, ignoramos, pero que, sin duda, hacen dudar de uno mismo.