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por un Vanidoso ajustando su espejo, un Avaro sacudiendo su bolsa, la Muerte agitando un reloj de arena, un enigmático Turco ignorándolo todo;

⇔ el reloj astronómico más maravilloso de Europa, vale decir de la Tierra.

Empero, no mucho más tarde llegó a los oídos de los concejales municipales que Maestro Mikuláš estaba nuevamente concoctando algo. ¿Qué? Se asustaron de que, tal vez, estaría preparando otro reloj, igualmente, o acaso más, maravilloso, para una ciudad extranjera en desmedro de la gloria de Praga. Para prevenir aun la posibilidad de tal desgracia, hicieron quemar los ojos del maestro-relojero. Mikuláš se hizo conducir por su aprendiz a su reloj y destruyó el mecanismo. Lo hizo justo cuando la Muerte sacudía su reloj de arena, y Maestro Mikuláš se desplomó, muerto. Muchos años pasaron antes de que alguien lograse poner el mecanismo en marcha nuevamente.

¿No es lo mismito que el caso del escultor Juan Tomás Tuyrutupá del famoso púlpito de la iglesia de San Blas en el Cusco, mandado matar por miedo a que pudiera crear otra escultura, igual o, qué horror, mejor, para otro patrocinador?  En el caso del escultor, por lo menos, su calavera sobrevivió el episodio - si no es demasiado incongruo expresarlo así - y aún hoy sigue vigilando su púlpito, según la vimos, desde su sitio encima de la obra.

Así, por lo menos, está arraigada la convicción, de generación en generación, en Praga y en el Cusco.

Empero, hace unos treinta años - apenas ayer, considerando los siglos transcurridos desde que el reloj ya ostentaba sus proezas cuando América todavía no existía - apareció en los archivos de Praga la copia de un documento de fecha 9 de octubre de 1410, por una parte confirmando, es cierto, el funcionamiento del reloj ya entonces, pero por otra parte desintegrando, aniquilando, el sombrio drama del maestro-relojero - y, por analogía, sugiriendo una duda en cuanto a la suerte final del escultor del Cusco; un documento según el cual el concejo municipal agradeció a Maestro Mikuláš otorgándole una casa en Praga y una suma de dinero suficiente para comprar una buena empresa rural.

¿De dónde salió, entonces, la versión dramática? ¿No puede haber un abismo análogo entre convicción tradicional y realidad verdadera en el caso de Tuyrutupá en el Cusco? ¿Que vimos la calavera? ¿No puede ser alguna calavera puesta ahí acaso como teatralización, acaso como sincero homenaje como si fuera una escultura - o no podría ser la calavera del escultor cusqueño, pero después de muerte natural? ¿No podría ser el documento de Praga - solamente una copia, después de todo - una maniobra para rescatar el buen nombre de aquellos concejales? ¿No podrían ser dádiva y drama ambos ciertos - antes, después, de las dudas concejiles?

P.S.1. De todos modos, para no dejar impresiones inexactas, el gran fechario circular de 365 días con sus respectivos santos, así como el zodíaco, no son >>>>>>>>