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Por otra parte, aprendimos, por experiencia propia, lo traicionera que es la ceniza mojada a lo largo de los arroyos: parece firme, y hasta uno se puede parar en ella e incluso dar unos pasos, pero, apenas se pone el pie dos veces en el mismo lugar, uno se da cuenta, de que la capa seca no es más espesa que una cáscara, de que, debajo, se abre un abismo de ceniza chirla dispuesta a tragar sin piedad lo que se presente, inclusive una persona.

Hablando con lugareños, nos enteramos de que, en el momento de la gran erupción, no fueron los lugares más cercanos al volcán necesariamente los más afectados; así es que zonas a 80 kilómetros del volcán tuvieron peores daños que otras, a tan sólo 50 kilómetros.

También, hay rumores de que cierta gente encontró escamas de oro entre las cenizas, y las va gamellando.

Pero la mejor fuente de riqueza de la zona, en estos momentos, podría muy bien ser la explotación turística. "Visite una casa sepultada en ceniza" - "Estacione su coche en un banco de ceniza" - "Tome un vuelo con helicóptero hasta el cráter".

Nosotros, en otro renglón, tuvimos una excelente oportunidad para tomar dos fotografías ilustrando, literalmente a la luz del día, por una parte, la ineptitud vespucciana de conceptualizar - en este caso, no percibiendo la diferencia entre una mano y un pie, llamando una herramienta accionada con un pie "herramienta manual", y, por otra parte, el analfabetismo vespucciano - con éste se tropieza en todas las partes, pero no siempre es tan fácilmente fotografiable en un lindo cartel oficial a la luz del día.

Y ahora, con un tiempo soleado y casi caluroso, seguimos viaje hacia la ciudad de Seattle, y hacia el norte. Considerando la temperatura que hay, las flores y el verdeo por todas las partes, es difícil creer que, en un par de semanas, tendríamos que estar viajando por nieves y hielos árticos; estadísticamente, sin embargo, tendría que ser así.  Así que vamos a ver.

Estamos viajando, ahora, por un corredor urbano sin interrupción; sin interrupción probablemente hasta Seattle mismo. A nuestra izquierda, cerquita, la costa del Puget Sound, del seno Puget. A nuestra derecha, lejísimos en el horizonte, la cadena de sierras parte de la espina dorsal de toda América, con algunas de sus cumbres, nevadas, especialmente la cumbre más maciza y elevada, el cerro Rainier.

Hay mucho tráfico en esta autopista, que es la única vía de comunicación en este chorizo urbano. La velocidad máxima, como siempre en este país, es de 88 kilómetros por hora, pero para ellos es 55 millas por hora.

Estamos entrando a Seattle. Por lo visto, tiene una fisionomía muy personal porque está construida en terreno ondulado, con características consecuentes.