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mezclada en la lana; se consigue este propósito sometiendo la tela a una solución de ácido sulfúrico, y pasándola luego por un horno donde los restos vegetales se carbonizan para luego ser eliminados como ceniza por simple sacudida. Naturalmente, luego, hay que lavar la tela otra vez para eliminar los restos de ácido.

→ También hay que afeitar la tela, o sea eliminar cualquier fibra o pelusa que pudiera sobrepasar de la superficie media de la tela.

  También hay que decatizar la tela, sometiéndola a vapor bajo presión a través de una tela de algodón.

→ Después de lo cual, recién se puede planchar la tela.

→ Finalmente, se mulle.

Cuántas operaciones, cuántas etapas, para pasar de la materia prima, la lana de la oveja, al producto final, una linda tela para el consumidor.

Estamos, ahora, ya más al norte, en el pueblo de Longview; y acabamos de hablar con un ingeniero de aviación, inventor de un coche volador.

Un coche capaz de viajar por las carreteras como cualquier otro coche - con las alas, plegadizas y separables, en forma de acoplado, colocables en cualquier momento sin dificultad - y entonces, capaz de levantar vuelo como cualquier otro pequeño avión, pasando de una velocidad de crucero en carretera de 90-100 kms/hora - por encima de la máxima de 88 permitida por ley en Vespuccia - a una velocidad de crucero en vuelo de 210-220 kms/hora.

Durante 23 años, el ingeniero estuvo mejorando y afinando su invento. Hace años que ya tiene varios prototipos construidos, probados en vuelo, y aprobados por la dirección de aviación del gobierno. Sin embargo, los planos siguen en un cajón, y el último prototipo, en un rincón; no hay perspectiva de producción. ¿Por qué? Porque el gobierno - si bien no pudo negarle al ingeniero la aprobación técnica de su invento, e incluso no puede impedirle volar con su propio prototipo - le dijo que su invento es demasiado práctico, que causaría demasiada congestión en el aire y que, para evitar ello, le pondría tantas trabas y regulaciones al uso de dicho coche volador que su uso se volvería administrativamente imposible. Así es que el ingeniero tiene el sueño de toda una vida muerto en un rincón porque el gobierno, no directamente sino, con la misma eficacia, indirectamente, le imposibilitó su realización comercial porque, para empezar, en estas condiciones, el ingeniero no puede encontrar financiación de la producción en masa. ¿Es esto lo que se llama la libre empresa?

Estamos, ahora, en el pueblo de Kelso, adyacente al anterior pueblo de Longview; a ver una fábrica de embarcaciones de placer.