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Estos nuevos casos de viviendas trogloditas de tan reciente ocupación quitan a las cuevas-viviendas de la Alhambra su carácter de divertida curiosidad y dan a todas ellas un sello de aceptación de su utilización - aun cuando marginal - en las costumbres de ciertas partes de Europa moderna, que ni remotamente vimos en la América contemporánea. Las únicas cuevas-viviendas que vimos en América fueron arqueológicas, no de ocupación reciente.

Ahora que estas cuevas, aquí, también ya van adquiriendo un carácter de arqueológicas, o sea con vestigios que hablan de sus ex-moradores. Y estos vestigios nos dicen que sus ex-moradores no eran "brutas cavernícolas" sino gente que buscaba amenidad. Prueba de ello, una de las entradas cavernosas, ennoblecida, coronada, por un nítido arco de ladrillos.

Enfocada, expresada, la desenfadada realidad, de otra manera - manera, sin duda, escandalosa para millones de casácolas y departamentócolas - una cueva bien equipada puede tranquilamente ofrecer un mejor hogar, y una mejor impresión de seguridad hogareña, que un sinnúmero de modernas casuchas y conejeras departamentales aquende y allende el Atlántico.

Pasando a otro tema, los últimos veinte kilómetros que recorrimos lo fueron por una ruta que es, para nosotros, la Ruta de la Libertad y de la Inteligencia: ni una sola marca vial, ya sea en el pavimento o en carteles, y - milagro de milagros - en cada encuentro de coches, cada uno supo perfectamente cual mitad de la ruta era la suya, y a nadie se le ocurrió adelantarse a otro en las numerosísimas curvas y lomas ...

En una alfombra y fragancia de tomillo, y en el silencio de la soledad, vamos a pasar la noche.

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Esta mañana, sigue la Ruta de la Libertad y de la Inteligencia y, se podría agregar, de la Respetuosa Convivencia. Lamentablemente, se va a terminar apenas desboquemos (em-bocar, des-bocar, no cierto) en una ruta menos segundaria.

Cartel inesperado: Puerto de Aguarón, 1.048 metros. Así, durante un segundo estuvimos a un cuarto de la altitud del altiplano peruano-boliviano, y a un quinto y a un sexto de otras altitudes por donde anduvimos en los Andes - vaya recuerdos.

La tierra aragonesa se ha vuelto menos "peruana" porque ahora está menos arrugada y lleva algún tipo de vegetación. Pero sigue sumamente inhóspita para actividad humana. Si se quiere ver condiciones difíciles de subsistencia sin ir a la parte costera o andina de Bolivia o del Perú, basta con ir a Aragón.