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claustro, con cuatro parantes de madera a manera de columnas, también tiene algo de cinco metros cuadrados. Si, en México, Karel tenía que agachar con cuidado la cabeza para pasar por puertas, aquí tuvo que doblar toda la espalda. Todo ello, para una comunidad de ocho frailes. Y el fundador, en sus esfuerzos de ascetismo y de penitencia cada vez más rigurosos, llegó a tener una celda en la cual no podía ni pararse ni acostarse, sólo, para dormir, sentarse en una piedra, apoyar los brazos doblados sobre un rollizo de madera sobresaliendo de la pared, y apoyar la frente en los brazos.

En otras palabras, nos quedamos sorprendidos, no solamente en el tema del tamaño - que era el único tema que esperábamos - por la diferencia entre lo normalmente diminuto y lo abnormalmente exiguo, sino también, y más aún, en el tema - inesperado - del espíritu delatado por estos dos tamaños, por la diferencia entre una íntima amenidad allá, y algo que se juzgará como (alfabéticamente) patología o santidad acá.

Este monasterio: de la Purísima Concepción del Palancar, cerca de Pedroso de Acim.

Su fundador: San Pedro de Alcántara; quien nació en 1499, tomó el hábito franciscano a los 16 años de edad, fue mentor espiritual del rey portugués Juan III el Piadoso, fue solicitado como confesor del emperador español Carlos V pero rehusó, promovió la Reforma de las Descalzas en la Orden Franciscana y dio su apoyo a la Reforma Carmelita de Santa Teresa de Jesús.



La celda de San Pedro de Alcántara

Presentemente, este monasterio, santo o patológico, está protegido dentro de un monasterio más grande - pero, con la miniatura que es el monasterio protegido, el monasterio protector queda dentro de lo pequeño, quizás un poco como el monasterio cerca de Teotihuacan en superficie, si bien con medidas de altura normales.

Finalmente, a un costado de la huerta en terrazas que los frailes cultivan en una ladera bastante abrupta debajo del monasterio, todavía crece otra obra de San Pedro de Alcántara.

Según nos contó el fraile que fue nuestro guía, resulta que cuando el futuro santo se enteró del rumor de que se pensaba en nombrarle obispo, que fue cuando estaba trabajando en la huerta, clavó en el suelo el palo que por casualidad tenía en la mano y dijo que primero ese palo crecería como higuera antes de que él aceptara ser obispo. Y el palo echó raíces y le brotaron hojas - hojas de higuera. Y no hojas de higuera comunes, sino algunas comunes y algunas en forma de corazón. Y creció la higuera. Y creció su fama. Y la gente se llevaba hojas, gajos, todo lo que podía, hasta que de la higuera nada quedó salvo las raíces. Y eventualmente brotó un retoño, y creció una nueva higuera, con las mismas hojas, algunas de forma normal y algunas en forma de corazón. Y es la higuera que todavía crece ahí abajo, al lado de la huerta.

Eso, tuvimos que verlo. Bajamos el escarpado sendero y vimos. Vimos las hojas, algunas, normales, algunas, en forma de corazón.



Y se ve bien la rama de la cual las dos hojas salen