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oración sino también como un lugar de encuentros y conversaciones, de aljama; en este contexto, con esta óptica, instantáneamente la aparente extrañeza se vuelve inevitabilidad entendible.  Pensar y rezar.    

En contraste, la catedral incrustada en el centro imposibilita tertulias al ritmo de pensativos pasos, obliga a concentrarse en lo que pasa en el altar. ¿Rezar, sí; pensar, no?

+ Construir una catedral en el medio de lo insólito y de lo esplendoroso de la mezquita fue un reto muy temerario, una decisión desatinada porque, si bien no es imposible, es muy difícil, ser tan campeón como un campeón. Hay catedrales, o simplemente iglesias, en cristiandad, que podrían ser una digna incrustación en esta mezquita, pero lo que aquí se levantó lo es sólo a medias - sólo la mitad incluyendo el crucero, la cúpula y el altar mayor; quizás también la sillería del coro si no fuera tan oscura y monocroma que no se puede apreciar el tremendo trabajo que exigió. La otra mitad, esencialmente la bóveda del resto de la nave, a la vez llena de figuras y vacía de figuras, da la sensación de forzada, acomplejada, en vez de inspirada.

Por otra parte ¿cómo percibe el conjunto un ojo musulmán para el cual la mezquita es lo sólito y la catedral lo insólito?

Ah, ¿cómo sería combinar esta mezquita con, por ejemplo, la catedral de Brasília? Ahí sí, los visitantes - cristianos, musulmanes, de otra o ninguna religión - no sabrían a dónde mirar primero.

+ Será por esta circunstancia que los sacerdotes que ofician en esta catedral deben de sentirse en purgatorio: mientras celebran su oficio, cada día a las 9:30, los miles de visitantes se agolpan alrededor de lo islámico, e ignoran a los sacerdotes en su oasis de solitud en el coro. Las autoridades glorifican la situación prohibiendo acercarse durante el oficio, pero quizás uno en mil se quiere acercar.

+ Como en otros sitios desesperadamente ahogados por turistas, tuvimos el magnífico privilegio de tener toda la mezquita, su inmensidad, su misterio, su silencio aboriginal, para sólo nosotros; en dos oportunidades, una vez, unos preciosos, inestimables instantes, y una vez, durante cinco a diez minutos, no sabríamos decir, igualmente preciosos e inestimables. ¡Ah, qué impresión! Cómo se perciben, se absorben, rasgos y detalles. Las piedras parecen entregarse, parecen susurrar; y qué impresión, luego, el alud, la inundación, las hordas, de turistas arruinando la inmensidad, el silencio, el misterio que (cuando existen, o sea los turistas no están) embargan el alma tanto o más que la exquisitez misma de los mosaicos y de las arquerías del mihrab.


                                   De mañanita, antes del alud, con sólo las naranjas
                                                  
                                                                                                        Las arquerías del Mihrab

+ En el alud de turistas, que abarca desde Tai(land)eses - otra vez, la vil, despreciable, ilógica, ofensiva, intromisión del idioma inglés en la >>>>>>>>>>>>>>>>