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Tarifa.

Ahora sabemos a dónde íbamos sin saber a dónde íbamos, en aquel tremendo viento: a la capital del viento de este rincón de la Tierra. Esto, nos lo dicen las cohortes de monstruosas hélices eolo-electrógenas alineadas en las laderas frente al estrecho; nos lo dicen los numerosos servicios para olajistas; nos lo explica la gente por el embudo formado por el estrecho entre los dos continentes.

Mañana nos dedicaremos a lo que nos trajo aquí.

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Bien. Hagamos caso omiso de la hermosa, íntima, florida, azulejada, plazoleta a nuestra derecha, casi nuestra plazoleta particular; hagamos caso omiso de la ubicación muy inhabitual de la plazoleta, y pues de nosotros, encima de un rincón de antiguas murallas defensivas que vieron combates en tiempos de los invasores moros, y combates en tiempos de los invasores franceses; hagamos caso omiso de los cargueros y tanqueros, a veces también, paquebotes, que desfilan por el estrecho frente a nosotros, en sentido oriente a poniente de este lado de la vía, a la inversa del otro lado; hagamos caso omiso del viento, atropellador en vez de sólo fuerte; hagamos caso omiso de todo eso; y dejemos ponerse lentamente en foco la pantalla mágica de nuestra visión interior, y dejémonos llevar, primero, por encima de las aguas del estrecho como posible antiquísimo portón de salida del Mediterráneo hacia América, y luego, del otro lado del desierto, hacia la Africa que contribuyó más que gente a América.  Tres visiones tendrían que ser.

Visión primera. Estrecho, estrecho, con toda certeza navíos cartaginenses navegaban por tus aguas hacia el Atlántico y vuelta, pero ¿llegaron o no llegaron los Cartaginenses a América?

 El caso de Hano de Cartago.

De acuerdo a un viajero griego de los tiempos cuando Cartago existía, cuando en Cartago había un templo de Baal, había en ese templo una inscripción que, traducida de la versión griega del viajero, rezaba: "Expedición con 60 naves, cada nave con, 50 remos, velas, 500 personas, hombres y mujeres, un total de 30.000 personas, y provisiones para navegar una distancia (que hoy se traduciría en algo de 5.000 a 6.000 kilómetros) más allá del estrecho (que hoy se llama Gibraltar)".

Otro dato que esta referencia, en el texto del viajero griego, no hay. Sólo queda especular. Pero no se puede desestimar esta proclamación como necesariamente fantasiosa porque, por una parte, si bien en el tiempo de Colón barcos tan grandes no existían, ni de lejos, sí existían en los tiempos más >>>>>>>>