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encabezó, expedición alguna, que siempre sólo acompañó alguna expedición como simple observador, pero que fue el primero en intuir el verdadero significado de lo que Colón había hecho, o más exactamente de lo que le había sucedido a Colón; Cádiz también vio a Amerigo Vespucci.

¿O quizás, heréticamente, Alberigo Vespucci? Porque hace mucho ya que llegó a nuestro conocimiento una versión afirmando que Vespucci no sería originalmente Amerigo sino en realidad Alberigo, que lejos de dar su nombre Amerigo a América lo habría recibido de ella por la asociación mental creada entre él y América gracias a la fama de sus escritos sobre América. Y ¿de dónde vendría pues el topónimo América? De Amt Eric A, Tierra de Eric, en escandinavo viejo, dice la versión.

¿Demencia? Ya hemos tropezado con suficientes casos que nos habían parecido, en un primer contacto, sin duda convincentemente dementes en comparación con las Verdades Recibidas - sólo para, luego, sorprendernos con pruebas de que las Verdades Recibidas eran Falsedades Recibidas y de que la aparente Demencia era la insospechada, sepultada, Verdad Verdadera. Así que hemos aprendido cautela. Y sólo levemente nos sorprendería, si bien intensamente nos divertiría, tropezar, algún día, con alguna comprobación de Alberigo Vespucci.

Más importante es la esencia de Vespucci.

¯ Durante mucho tiempo, la fama de Vespucci fue envuelta en infamia. Es que, mientras sus admiradores destacaban (con razón) (ciertos de) sus escritos por su combinación de clara erudición y ameno estilo, sus detractores destacaban (con razón) (ciertos de) sus escritos, por su vaguedad en cuanto a los propósitos y logros de cada viaje, por sus inconsistencias en las fechas, errores de longitudes, evasivas en cuanto a los nombres de los capitanes; incluso, bien pronto se descubrió - más exactamente fray Bartolomé de Las Casas, que parece haber estado en todos los repliegues de aquella época, descubrió - que el primer viaje, el de 1497-1498 era un fraude, que nunca había existido. De manera que parecía que, en ese mismo hombre, podía haber erudición, amenidad, y también megalomania hasta dar rienda suelta a falsedad.

Hasta que se dio con la clave de la turbiedad e incongruencia: de lo mucho que se había publicado como de Vespucci, sólo escasos escritos eran realmente de la pluma de Vespucci, aquellos que, hasta hoy, se respeta; y todos los demás, en bulto, eran puros fraudes concoctados por editoriales de libros inescrupulosas que querían aprovechar la fama de Vespucci para enriquecerse bajo su nombre.

Fraudes imposibles de detectar en el momento. Es que lo increíble en los relatos   recibidos en  Europa  de las olas de descubrimientos en América   se> había vuelto tan común que, entreverada en esta incredibilidad-basada-en->>>>>>>>>>>>>>>>