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Entonces, se dieron a la vela, un bergantín al mando de Pizarro y un bergantín al mando de Valenzuela. Pero hubo una catástrofe. A poco de echar a andar, una tormenta se tragó el bergantín de Valenzuela, tripulación y contenido. De manera que el bergantín mandado por Pizarro, sus demacrados ocupantes y su escaso contenido, era todo lo que quedaba de los dorados sueños del esperanzado Gobernador Alonso de Ojeda.

Pero el esperanzado Alcalde Mayor Martín Fernández de Enciso no por tanto perdió la esperanza, la confianza, de que, bajo su mando, las cosas podrían recobrar un cariz más positivo.

75- Y pasó aún otra cosa más, en este sitio de la futura Cartagena de las Indias. Escuchó Enciso, de los ahora acogedores autóctonos, que, a unas 25 leguas al oeste, había una zona con oro, oro en dos formas: en forma de pepitas en los ríos - pepitas que los indígenas recogían con ... redes de pescar, y en forma de ofrendas en los sepulcros.

76- Más no hizo falta para encender la rapacidad de Martín Fernández de Enciso.

77- Se dio a la vela, en compañía del bergantín al mando de Pizarro. Atacaron los paraborígenes. Pero, con tantas flechas envenenadas, no se animaron a cometer su saqueo.

78- Y siguieron viaje; a la abandonada futura capital San Sebastián del desaparecido Ojeda en el golfo de Urabá o Uravá.

79- Pero Enciso estaba tan condenado como su ex-socio Ojeda a tropezar con sólo desgracias. Al entrar en la bahía, su navío se encalló en una roca; la gente se salvó, a duras penas, al bergantín de Pizarro; pero las corrientes despedazaron el barco encallado y destruyeron su contenido - toda la inversión de Enciso como socio de Ojeda.

80- Al apearse en tierra, Enciso, Pizarro y todos los demás descubrieron que del fortín y de las casas quedaban sólo ruinas y cenizas. No tuvieron otro remedio que tratar de rebuscarse recursos en el vecindario. Pero tuvieron que fugarse de los autóctonos con sus terribles flechas envenenadas: aun con leve herida, era muerte.

81- En esta coyuntura de desesperación, Vasco Núñez de Balboa, si bien con su estigma de polizón sorpresivo fugándose de sus deudas, menciona a Enciso que, por una exploración del golfo de Urabá que había hecho años antes en compañía de Rodrigo de Bastidas, sabía de un pueblo indígena, en su margen occidental, con tierras fértiles, posiblemente oro, y flechas sin veneno.

Por unanimidad, descripción de tierra prometida.

82- Fueron. Despedazaron a los paraborígenes. Saquearon las casas, con botín de objetos de oro; sus sueños hechos realidad. En agradecimiento, Martín Fernández de Enciso nombró el pueblo Santa María de la Antigua del Darién. >>>>>>>>