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  Pero, hoy en día, mejor dicho, ya no un manantial, sino una pila absolutamente seca y árida; eso sí, todavía debajo de su domo mudéjar, posiblemente lo más antiguo entre todos los vestigios de la Gran Partida; empero, en segundo grado, domo y pila ahora totalmente deshonrados en el medio de una pileta como de hotel de veraneo, con fondo agresivamente azul por supuesto sin agua, como para destruir cualquier ensueño restante.

   El cura de la iglesia nos explicó que la áspera aridez del manantial se debe culpar rotundamente al pueblo de hoy, el cual, por su tamaño, y más aún por su manía de pavimentarlo todo, intercepta el agua de lluvia y la niega a las tierras altas que surtían el manantial.

- Ya no en contigüidad, fuera del pueblo de 1492 - lo que viene a ser la entrada del pueblo de hoy - la ermita de la Virgen de Flores, donde Cristóbal Colón vino a orar y agradecer, el 15 de marzo de 1493, en cumplimiento de las varias promesas que hiciera para salvarse de sendas tormentas durante su primer viaje. Hoy en día, mejor dicho, solamente una docena de piedras de la ermita; ahora enmarcadas como reliquias y veneradas como tales.

- Incidentalmente, del fuerte en el mogote, nada queda salvo su mogote, mechado de algunas piedras de construcción; y éste, el mogote, está más inaccesible hoy que en sus tiempos heroicos porque todo su perímetro está herméticamente sellado por un aro de casas particulares contiguas.

Y ahora, así como con La Rábida, mejor es cerrar los ojos, abstraerse de su propio cuerpo y del entorno, extender la pantalla mágica de las visiones internas y dejarse llevar por lo que los ojos externos no pueden ver.

Primero, desaparece el pueblo de hoy. Retrocede el tiempo, al principio del siglo XVIII, cuando Palos se había encogido en miserable villorrio, tan falto de presente que aparentemente ni su glorioso pasado le importaba o lo podía vitalizar.  Y retrocede el tiempo, hasta fines del siglo XV, 1492.



Cuadro mostrando el Viejo Palos, en el Ayuntamiento

Una pregunta se impone de entrada. Preguntas, mejor dicho. ¿Por qué esta costa, y no otra? ¿Por qué este puerto, y no otro? ¿En particular, por qué no Cádiz, el gran puerto de los Canaánitas, de los Cartaginenses, de los Romanos, de España misma?

Primero, ¿por qué esta costa?  Tres razones.

1.Por su espíritu de aventura; más allá de pescadores; como contrabandistas y corsarios; listos y aptos para otros atrevimientos.

2.
Por sus conocimientos en construcciones navales aptas para tales actividades; y por ello, aptas para descubrimientos, por ser fuertes, para perturbaciones de alta mar; rápidas, para cubrir grandes distancias y escapar de peligros; y de poco calado, para poder acercarse a casi cualquier costa sin conocer las profundidades, con un mínimo de peligro.