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Incidentalmente, en cuanto a solicitud, nos es grato notar que, hasta ahora, en Europa la recibimos aun cuando pedimos hablar con personas de cierta especialización, y la recibimos pronto, y por el tiempo que necesitamos, como ser de un arqueólogo en Pequeña Bretaña, del curador de la cueva de Altamira, de la arqueóloga en el Museo Nacional de Arqueología en Lisboa, y otros.

Incidentalmente, en cuanto a agresividad desde el volante, o desde la guía como se dice en algunos países, tenemos un problema, no inexistente en algún grado en otras culturas, pero virtualmente permanente en Portugal, y contra el cual tenemos que estar en permanente alerta, el problema de conductores que se pegan a dos metros detrás de otro vehículo, a cualquier velocidad, en nuestro caso a no más de 90 kilómetros por hora lo que ya es suicida, pero frecuentemente, detrás de otros vehículos, a 110, 120, 130 kilómetros/hora - sí, a dos metros de distancia.

Cuando nos ocurre a nosotros, desencadena ello una irritada náusea y un ritual:
1) reducimos un poco la velocidad y hacemos señales que guarde más distancia; 2) si lo logramos, retomamos la velocidad inicial; si no lo logramos, o si el idiota suicida vuelve a aferrarse a nuestro paragolpe - lo que ocurre en nueve casos de diez - aplicamos
3) "si tú no quieres ajustar tu distancia en función de los 90 kilómetros/ hora, vamos a ajustar nosotros nuestra velocidad en función de tu distancia"; y empezamos a reptar a 15 ó 20 kilómetros/hora a pesar de la desesperación del energúmeno atrás;
4) al rato, le damos otra oportunidad; levantamos la velocidad; si se queda a distancia prudencial, bien; si no, otra vez a reptar. Muy enojoso, pero no podemos tomar el riesgo de que un idiota nos mande a un taller aunque tenga él cien veces la culpa; y cada vez que vemos un coche con su cola o su frente embestido, o a veces dos coches in fragranti, uno con la cola, y el otro con el frente, embestidos, nos sentimos más convencidos aún de que hacemos lo correcto en defensa propia.
P.S. De nada serviría dejar adelantarse el individuo porque de inmediato otro tomaría su lugar a dos metros de nuestro paragolpe.

¿No tendrá la diferencia entre la tendencia a endurecimiento del Portugués y la eterna suavidad del Brasileño aun en confrontación, como bien lo vimos, una raíz en común con la diferencia que notamos en la pronunciación, más dura por parte del Portugués y más suave por parte del Brasileño? Ejemplo: una palabra como ponte; los Portugueses la pronuncian tal como escrita, con la "t" a su justa sonoridad y casi sin la "e", mientras que los Brasileños la pronuncian suavizada en ponchi.

Descubrimos otro indicio para fácil identificación del origen geográfico de un lusófono: cuando un Portugués cuenta, prosaicamente, cinco, seis, sete, un Brasileño cuenta, fantasiosamente, cinco, meia, sete (entendiéndose cinco, media [docena], siete).

Otra diferencia fácil de detectar es que, mientras los Brasileños dicen un suave Braziú, los Portugueses dicen un duro Brazil.