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En cuanto a nosotros y la noción de un monasterio desparramado en cuevitas, después de un efímero instante de maravillamiento ante el descubrimiento, bien pronto nos acordamos del convento en Arequipa formado por viviendas individuales compuestas, cada una, de habitación y cocina dentro del cerco de muralla del convento, y nos pareció que bien similares son aquello en Arequipa y este monasterio formado por cuevitas individuales dentro de un cerco de soledad.

Mañana, será hacia nuevos horizontes.

Incidentalmente, estamos pasando estas noches cerca de Setúbal en un ambiente como nunca hasta ahora: en un bosque, mejor dicho una plantación, de árboles de corcho (alcornoques) con su corteza, o sea el corcho, ahora pelada.

Incidentalmente - así como en otros lugares vimos camiones tambaleando y desapareciendo debajo de sus cargas de caña de azúcar, de algodón, de alfalfa, de paja - aquí vemos camiones aplastados por monumentales volúmenes de placas de corcho tal como se las corta y pela de los troncos y, a veces, de las partes bajas de las ramas.



Este alcornoque parece aplastar el coche

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Estuvimos pasando todos estos últimos días - no menos de siete, increíblemente - educándonos en cámaras megalíticas; una educación algo excesiva, tenemos que admitir, si se considera su modesto origen en las cámaras megalíticas de Nueva Inglaterra, pero no pudimos resistir.

Es que se dice que Portugal fue de donde se propagó la costumbre megalítica, entre 4000 y 2000 a.C. - por una parte, hacia el norte, o sea principal- pero no exclusivamente, Pequeña Bretaña, Eria, Dinamarca, y por otra parte, hacia el este, o sea el resto de la península ibérica y más allá. Y esta región de Portugal, centrada en la ciudad de Évora, el Alentejo, parece ser la cuna de todo ello. Para sentir la magnitud de lo dicho, basta ver un mapa megalítico de Portugal: está salpicado de puntitos cuya densidad a veces no cabe en el mapa; y alrededor de Évora, hay algo de doscientos sitios.

Y esos megalitos no son, no de lejos, los vestigios más antiguos de vida espiritual humana en la zona. En la gruta de Escoural, al oeste de Évora, hay el testimonio, no de simplemente presencia, sino de refinada estética, humana - incluyendo grabados por incisiones, y pinturas en negro y rojo, fechados a entre 17.000 y 13.000 a.C. De manera que Altamira y Lescaux serán las más privilegiadas pero no las únicas en la pinacoteca de paleo-refinamiento humano.