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En cuanto a las monedas, aun cuando se cree haberlo visto ya todo, todavía se encuentra cosas para sorprenderse.

Por ejemplo, una moneda cuyo valor no es por cantidad de unidades enteras sino de unidades y una fracción, como ser: dos escudos cincuenta. Con el colmo, a punto de no creer su propio oído - como no creímos nosotros nuestro propio oído hasta haber aprendido la explicación - de escuchar esa moneda llamada no "dos cincuenta" sino ... "dos quinientos".

La explicación es que hubo un tiempo cuando la unidad monetaria portuguesa era otra, el real, y un tiempo cuando este real se devaluó tanto que fue suplantado por la unidad actual, el escudo, a razón de mil réis (reales) por un escudo. Y es esta equivalencia que sigue todavía en el "dos quinientos" en vez de "dos cincuenta"; vale decir "dos escudos quinientos réis" o "dos (mil) quinientos réis" en vez de "dos escudos cincuenta centavos".  Extrañas cosas en este mundo ...

Ahora que, quien realmente quiera aprender algo más substancial del alma portuguesa y esté dispuesto a gastarse una pequeña fortuna, o, por lo menos, fijarse en fotografías como hicimos nosotros, puede analizar una colección de cuatro monedas, ofrecida en no menos de cinco variantes metálicas - platino, paladio, oro, y dos tipos de plata - y descubrirá que el sentir portugués sigue nutriéndose con el brillo de la Era de los Descubrimientos:

1) las iniciativas proféticas de Henrique o Navegador, al principio de la Era; 2) la astuta estrategia del rey Dom João II en el Tratado de Tordesilhas, en la culminación de la Era;
3) el concepto de que, por dicho tratado, mientras, por una parte, los Españoles, efectivamente, recibían toda América, menos la joroba de Brasil naturalmente - y el Pacífico hasta las islas Filipinas, no más, o sea excluyendo Japón - Portugal, por otra parte, recibía, hay que decir las cosas como son, toda Africa, toda Asia, toda Australia.

Esta noche, será, otra vez, en una calle, calle linda y limpia, de casas de departamentos, reciente fruto de la epidemia constructora.

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Esta mañana, cambiamos de la carretera anterior, segundaria como habitualmente preferimos, a una más importante, pero no la autovía - las tres versiones viales corren en la misma dirección norte-sur a pocos kilómetros una de las otras.

Logramos nuestro anhelado propósito: escapar a los kilómetros cuadrados de edificaciones. Pero la situación está lejos de agreste. Siempre hay varios núcleos edificados a la vista a la vez.

Hacia nuestra próxima meta, las ruinas romanas de Conimbriga.