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la diosa cartaginense Tanish, esposa del dios-Sol Baal, pero sí vimos, rara vez pero vimos, inscripciones.  Lo que no significa que nunca hubo inscripciones aquí. La diferencia está en que, aquí, el cristianismo temprano tenía cualesquiera tales inscripciones inevitablemente a la vista y puede haber encontrado tiempo, entre sus demás misiones, para obliterar cuánto pudiese de tales diabólicos paganismos; mientras que, allá, el cristianismo colonial se encontró demasiado atareado, abrumado aun, con la destrucción, a fuego, del paganismo de los códices mayas, a golpes, del paganismo de los templos aztecas, y con la destrucción de demás satanismos, para enterarse de esas escuetas inscripciones megalíticas en Nueva Inglaterra y obliterarlas también.

  Aquí notamos, y no notamos allá, una cosa sumamente interesante - no más complicada ni más grande que una piedrita que se podría tomar, si se pudiera extraer, entre el pulgar y el índice; sumamente interesante porque tales piedritas vimos utilizadas, a veces - no sabemos por qué esas veces y no otras - a manera de relleno, de cojinete, inextricablemente apretadas entre la parte superior de un megalito de pared y las toneladas de la laja de cielorraso/techo; lo que sugiere que fueron colocadas allí, esas piedras/ cojinetes, antes de, o en el momento de, la colocación de las toneladas del techo, lo que sugiere que las tremendas toneladas del techo tienen que haber sido colocadas con suavidad y no dejadas caer, ni arrastradas, fuera de control. Se nos acaba de ocurrir que allá, estos cojinetes microlíticos no tienen razón de ser ya que las paredes están, por lo general, construidas de piedras adaptables.

Y con haber visto todas esas cámaras megalíticas - cada una, cuando llamada algo, llamada dolmen en su sitio - no vimos un solo dolmen-de-mesada-y-tres-patas según nuestros recuerdos librescos ... ¿Qué encontraremos en una enciclopedia? nos preguntamos.

▓▓ En cuanto a menhires.

Quizás no la misma irreductible colisión entre recuerdos librescos y realidad, pero bastante enojo ante otro caso de descarriamiento en perjuicio de las masas ávidas de conocer, por culpa imperdonable de quienes tienen el privilegio de guiar las masas, y por lo tanto la obligación de guiarlas bien.

Vimos centenares de menhires. Vimos todo lo que un menhir puede ser, o quizás mejor dicho todo lo que puede ser un menhir. Vimos menhires altos y menhires chicos, menhires razonablemente ceremoniales y menhires absolutamente desfigurados si es que jamás tuvieron una figura. Vimos que cualquier piedra, de cualquier forma que sea, aun en estado natural, con que su altura sea mayor que su grosor, puede ser un menhir; de manera que, en la mayoría de esas piedras, se sabe que son menhires sólo porque están en contexto con otras piedras, ya sea en hileras o de otra manera.