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»» hasta, de vez en cuando, hay bastiones de avanzada fuera de la muralla, pero conectados con el recinto interior por pasos también protegidos por murallas de lava, así que los defensores podían dirigir su fuego contra los atacantes no solamente desde la muralla principal sino también lateralmente desde los bastiones;

»» había no uno sino dos puestos de mando - porque la complejidad del terreno no permitía la coordinación de todo el reducto desde un solo sitio - uno, bajo el jefe Kientpus, y el otro, bajo su lugarteniente, Shonchin;

»» también vimos las cuevas en la lava, verdaderos refugios contra ataques aéreos, donde vivían las mujeres y los niños;

»» también vimos el círculo donde los Modocs efectuaban sus danzas, ya que entre ellos, como entre muchos pueblos, bailar no era una distracción sino un ritual religioso;

»» y también tenían, dentro de este recinto, un corral donde guardaban ganado - que lograban atrapar fuera de las fortificaciones a pesar del sitio - hasta cuando lo necesitaban como comida.

Lo que lleva a otro aspecto de los Modocs: su tremenda astucia; hay que imaginarse la hazaña que era, en semejante terreno de lavas, y rodeados, por todas partes, por centenares y centenares de enemigos, poder salir, encontrar ganado suelto, y traerlo de vuelta a la fortaleza; hasta hoy, hay todavía huesos desparramados por el suelo cerca del corral.

Otra demostración de la astucia de los Modocs, o por lo menos de sus jefes, es que, cuando los Vespuccianos finalmente lanzaron el ataque decisivo y ocuparon la fortaleza, se encontraron con que la pudieron ocupar ... porque los Modocs ya no estaban: a pesar del cerco tendido estrechamente alrededor del reducto por los invasores, los 150 Modocs, niños, mujeres y hombres, con sus caballos y perros, habían logrado esfumarse y escapar.

Cuando los Vespuccianos trataron de encontrarlos otra vez, fueron nuevamente derrotados.

Pero, naturalmente, el enfrentamiento terminó de la única manera como podía terminar: el aplastamiento de los pocos que, lo único que querían, era vivir en paz en sus tierras, por los muchos que no conocían límite en su soberbia y voracidad.

Cayó el telón final sobre este acto de heroísmo por parte de gente que quería vivir en paz, cuando el jefe y su lugarteniente, Kientpus y Shonchin, murieron ahorcados por los Vespuccianos, por haber querido y defendido la libertad, el principio de auto-determinación.

Cambiando de tema, es de notar que esta zona es una de las varias en el oeste vespucciano donde existe peste bubónica endémica.