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Ahora se nos ocurre - ¿no se ve en otra luz lo que los Europeos hicieron a las religiones paraborígenes americanas, y lo que ciertas religiones paraborígenes americanas hacían a sus víctimas, cuando se toma consciencia, de lo que los Europeos se hacían entre sí por diferencias religiosas bien menores, y de que arrancar un corazón a la azteca es ciertamente más expeditivo y menos aborrecible que una larga tortura artificialmente prolongada?

En conexión con lo anterior, el vecino nos contó un estratagema para salvar un bien religioso de la piratería inglesa de Cromwell, que nos hizo pensar en un estratagema análogo utilizado por un Español en Panamá, también para salvar un bien religioso de la piratería inglesa - creemos acordarnos que, en aquel caso, del pirata Morgan.

Resulta que un Católico irés, para salvar una estatua de la Virgen con el Niño Jesús del vandalismo inglés, la escondió en un árbol hueco. Lo que tiene su paralelo en aquel Español de Panamá quien embadurnó un altar de oro, o de plata - no nos acordamos - con pintura negra para salvarlo de los piratas de Morgan; y luego quitó la pintura. Pero esta historia de la Virgen tiene un epílologo mucho más dramático.

Pues aquí, como los Ingleses se quedaron en Eria, la estatua se quedó en el árbol, hasta que, eventualmente, el crecimiento del árbol selló el acceso al hueco - y a la Virgen adentro. Y ahí quedó la estatua, olvidada, hasta que, un buen día, dos leñadores decidieron cortar el árbol; felizmente no, en esos días, con una rápida e irremediable sierra mecánica, sino con un pausado tronchador manejado por dos hombres. Y así como estaban tronchando, de un tirón a la vez, con un tirón, brotó sangre del interior del corte. Astillaron el árbol, a ver qué producía tan extraño milagro. Y dieron con la Virgen, lamentablemente con su brazo y el Niño ya cortados. Aun así, la estatua fue restituida a su iglesia de origen, donde hasta hoy se la puede ver.

Hablando de subyugación de Católicos por nuevas corrientes religiosas, así como la iglesia de San Nicolás en tiempos de la visita de Colón era católica romana y ahora es anglicana, esta iglesia en tiempos de San Brendan, y hasta Cromwell, era católica pero ahora es protestante (más o menos).

Y se quejó el vecino - que también es celador de la iglesia - de la permanente pesadilla de los robos y consecuentes estragos modernos. El púlpito, lindamente esculpido en roble, ahora tiene sólo tres de los cuatro evangelistas porque San Mateo no está más. Robado; y su nicho vacío sigue como llaga dolorosa para siempre. Una vez, el vecino-celador sorprendió, afortunadamente a tiempo, unos Vespuccianos, en tres generaciones, hijos, padres y abuelos, desarmando los tubos del pequeño órgano, tubos, hay que decir, muy atractivos por su decorado a mano como de huevos de Pascua. En otra oportunidad, alguien quiso robar el atril de la biblia pero lo abandonó a pasos de la iglesia por su peso.  Y más.



El órgano