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Brendan o Brandon y, si posible, una aproximación de su supuesto lugar de embarque hacia sus alegadas aventuras por el Atlántico.

> No es necesario moverse mucho por Atha Cliath para observar que hay una notable presencia de monasterios, conventos, otras instituciones católicas.

> Centro comercial, incluyendo un supermercado. Nuestro primer centro comercial
y primer supermercado en Europa. Centro comercial bien puesto. Supermercado muy bien puesto. Entre la plétora de panes con los habituales peligros para la salud, encontramos tres tipos aptos para el consumo humano, una diversidad inhabitual considerando que, generalmente, encontrar un solo tipo de pan saludable es todo un éxito.

En ese supermercado, algo que no vamos a comentar para no desencadenar una huelga universal de las cajeras en todos los supermercados vespuccianos: aquí, están todas sentadas, y presiden sobre los acontecimientos de sus respectivas cajas como castellanas - lo mismo, por otra parte, que en Chile o Argentina. Y el empaque de lo comprado lo hace, humildemente, el propio comprador.

> Una estatua, bien incongrua por su composición, lo que quizás es lo que la hace llamativa, y terrible en su terminación, como si fuera por falta de tiempo, o interés, o pericia, más probablemente por esnobismo cultural de primitivismo modernizante; pero de interés por su mensaje de apego a las tradiciones del alba de los tiempos, como el cromlech en Rhyl - en este caso, una lápida de dolmen llevada en alto por tres figuras demacradas e innaturalmente estiradas como parece ser la "originalidad" en décadas recientes.


El dolmen

> Saliendo de Atha Cliath/Dublin por los suburbios. Algo intangible, o que por lo menos no somos capaces de analizar, parecido a ciertos suburbios de Buenos Aires.

En la ruta. Bien tangibles reminiscencias de Iberoamérica y bien tangibles diferencias con Angloamérica. Vehículos corriendo cada uno a su velocidad, con gama bastante extensa entre los más plácidos y los más corredores; los más rápidos, escurriéndose sinuosamente por entre los más lentos. Nada de alto virtuosismo iberoamericano pero nada de la automatización programada colectiva angloamericana.

En los pueblos. Siguen los estrangulamientos de tráfico por los desenfadados estacionamientos en los carriles de tránsito ya de por sí más medievales que modernos, con la forzada alternación de tráfico, a veces, sólo un sabio escurrimiento.

Tanto por estas rutas como por estos pueblos, para un Angloamericano que quiera manejar en Irlanda, un corto período de adiestramiento en Iberoamérica no le vendría mal. Claro que tomando en cuenta que, para condimentar la cosa más aún, todo ello ocurre aquí como en un espejo, con el tráfico al revés, por la izquierda en vez de la inversa derecha.