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una diversidad de países, que, en vez de utilizar el piso ambulante como ayuda a su propio caminar para llegar activamente a destino, se para bovinamente y espera, espera, espera hasta aburrirse; con su escaso equipaje en carritos fáciles de empujar.)

Pero nada de distinguido, imponente, solemne, festivo. El más apagado aeropuerto de los que conocemos, y éstos incluyen aeropuertos tan "inimportantes" como el de Boa Vista, allá al norte de Manáos. Quizás sea éste algo como el de Yellowknife, con la diferencia de que Yellowknife se encuentra donde el mundo cae en la nada y éste está donde está.

La cristalización de esta impresión brilla en los baños públicos en general, y en los inodoros en particular. Las paredes y las puertas de los baños, no nos podemos acordar de más míseras que éstas; los inodoros, de aluminio, de forma tipo pozo ciego, sí, lo más parecido a pozo ciego, salvo que éstos tienen agua. Qué contraste con baños públicos en Canadá, Vespuccia y otros sitios a lo largo de América. En una escala de 0 subiendo a 10, estos baños públicos estarían en algo de 3, salvo que, por su gloriosa ubicación, tendrían que estar en 10.

Empero, el aeropuerto de Londres una cosa buena tiene; una bendición; conexión directa con la red de subterráneos de Londres. Precisamente lo que necesitamos para llegar a una de las ocho terminales de ferrocarril - ¡ocho, cantidad sorprendente! - la de Euston para el tren hacia Liverpool.

Subterráneo.

Asientos tapizados, y mullidos como sillones. Sin vandalismo. Esto, en Nueva York no aguantaría media hora.  Y limpios.

Nombres de estaciones parecen delatar, si no ostentar, lo que debe de ser una fascinación con la nobleza: Barons (barón) Court, Earl's (conde) Court, Knights (caballeros) Bridge y, cerca del centro de Londres, King's (rey) Cross; que es adonde vamos - que no es la estación de subterráneo que corresponde a la estación de ferrocarril, pero que elegimos a propósito para caminar del subterráneo al ferrocarril por calles del Londres no turístico.

Mientras el tren subterráneo - más bien endoterráneo - corre, tenemos la oportunidad de observar.

Observamos las casas. Parecen sólidas; aparentemente, nada de tenues panales prefabricados - pero habrá que confirmarlo; por lo pronto, los techos no son de plaquetas de cartulina alquitranada sino de algo que, incluso, podría ser tejas horneadas.

Observamos los jardines - huertas mejor dicho - sorprendentemente donde se esperaría uno de los mayores y más intransigentes desiertos urbanos del planeta; con hortalizas creciendo - sorprendentemente para nosotros, quienes llegamos de un ambiente mucho más invernal, del otro lado del Atlántico - en cantidades caseras.