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Sólo escépticos profesionales, y por colmo sin visión lingüística, podrían agarrarse de estas metamorfosis para socavar la substancia de Sinclair.

Estas metamorfosis son no más que casos ilustrativos del fenómeno universal de transformación, hasta de transmutación, de sonidos extraños a un cierto mundo lingüístico en sonidos inherentes a dicho mundo lingüístico; como ocurre, según escuchamos, cuando Hispanos de Nueva York cambian sonidos anglos de estructura extraña para su mundo lingüístico, como ser boiler o truck, en sonidos de estructura hispana, como ser boila o troca, o cuando, casualmente en esta misma zona de América, en Terra Nova según vimos en su oportunidad, los anglófonos transmutaron la estructura sonora francesa de l'Anse-aux-Méduses, que les era extraña, en la estructura sonora - sólo media-angla pero que ya les era menos extraña - de l'Anse aux Meadows, aunque no haya tenido ella relación de significado con la estructura francesa original; y siguieron transmutando hasta llegar a la estructura sonora totalmente angla y natural para sus oídos de Lancey Meadows, aunque no haya tenido, y no tenga, ello relación de significado ni con la transmutación intermedia ni con el original - mientras que las metamorfosis de Zeno siguen siendo vectores del mismo significado original.

Con todo ello para respaldarlos, los sinclairistas están tan seguros de su culto que nosotros vimos calcomanías en sus coches proclamando "1398-1998, 600 años de Sinclair en América", y que ellos planean la erección, para 1998, de un monumento alusivo - no en el sitio exacto, paraje apartado donde el monumento no cumpliría su propósito de publicista, sino del otro lado del mismo brazo de mar, donde hay más presencia pública, según nos dijo el secretario de la Sociedad Sinclair.

Ahora sí, sin más distracciones, hacia Halifax y las partes de interés americano en Europa.

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Halifax.

Nuestro fiel vehículo, en su contenedor y navegando hacia Liverpool. Justamente, acabamos de ver, desde la ventana de nuestro hotel, el carguero que lo lleva, deslizándose con infinita cautela del puerto hacia la mar. Nos hace acordar de las tres navegaciones anteriores; de Panamá a Colombia, de Venezuela a Quisqueya, de Quisqueya a Miami. Y nosotros, esperando el vuelo para llegar a Liverpool al mismo tiempo que el vehículo. Lamentablemente, el vuelo será a Londres, y de ahí tendremos que tomar el tren. No es lo más práctico pero no encontramos un sitio en Europa que sea a la vez puerto aéreo y puerto marítimo transatlánticos. De todos modos, esta pequeña inelegancia nada es, comparada con la irremediable inelegancia de no poder, por absoluta >>>>>>>>