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……Estos autóctonos resultan tan inamistosos como los primeros.
……Afortunadamente, el pescador de la magnetita, esta vez, tiene la oportunidad de mostrar al cacique local cómo tejer redes de pescar capaces de obtener grandes cantidades de pescado, lo que lo pone en las buenas gracias de este cacique también.
……Pero, por todo ello, el pescador faeroense se vuelve tan famoso que otra tribu asalta esta tribu para apropiarse el pescador de la magnetita y de la red de pescar.
……Y otra tribu, a esta tribu, etc., siempre apropiándose el pescador mágico. Algo de 25 veces en 13 años.
……Finalmente, el pescador faeroense logra escapar a todos ellos y regresar a los primeros autóctonos; y de ahí, a sus islas Faeroes natales.

* Bien, pero ¿cómo se sabe todo lo anterior, de un pescador del cual ni el nombre se sabe?  Por lo siguiente.

→→ Mientras el desdichado pescador de la magnetita y de la red de pescar padecía sus desventuras en la lejana tierra occidental, su amo y señor, el príncipe y conde Henry Sinclair de muchos pedazos de tierra, incluyendo las islas Faeroes, tenía la buena fortuna, alrededor de 1390, de conocer a un noble Veneciano de nombre Niccoló Zeno; buena fortuna porque de él aprendió mucho en cuanto a navegación.

→→ Y así, no solamente se quedó Niccoló con el príncipe Henry Sinclair sino que, un año más tarde, tal vez en 1391, llamó a su hermano Antonio Zeno de Venecia; y ambos se quedaron al servicio del príncipe como expertos navegantes encargados de fortalecer su acuático dominio, y expanderlo si posible.

→→ Y fue justamente en este ambiente de floreciente entusiasmo marítimo que regresó el desdichado, ahora dichoso, pescador de la magnetita y de la red. Tanto la fama de sus aventuras se propagó que tuvo, por orden, que contarlas personalmente a su amo y señor, al marítimo príncipe y conde Henry Sinclair.

→→ Fue demasiada tentación para el príncipe. Armó una expedición. Con 13 embarcaciones y unos 200 hombres. En 1395. Con Antonio Zeno. Pero sin el hermano Niccoló, quien a la sazón está enfermo; e iba a morir en 1396 en las nieblas septentrionales sin volver a ver su soleada Venecia. Y sin el pescador anónimo, quien, naturalmente, tendría que haber regresado, con la expedición, a la tierra de sus aventuras, pero quien murió antes de la partida.

→→  Así llegó la expedición de Henry Sinclair, un poco a tientas, a una tierra que nadie sabe si era la tierra del pescador.

→→ De todos modos, tanto le gustó esa tierra al príncipe que éste decidió quedarse. Empero, la idea de quedarse no a todo el mundo le gustó. De manera que los descontentos regresaron a las Faeroes bajo el mando de Antonio Zeno, y los conformes se quedaron con Henry Sinclair.