español english français česky

Nos estamos aproximando al pueblo de Tonopah, y el paisaje sigue siendo absolutamente fantástico; recién, cruzamos por un paso a 1.855 metros de altitud, con una capa de nieve correspondientemente más gruesa que antes.

Ahora, estamos bajando otra vez, paulatinamente, la capa se está volviendo otra vez menos gruesa. Las sierras, por todos los lados, son exactamente lo que la palabra sugiere, laderas bien escarpadas y las crestas como serruchos. Y todas, salpicadas de nieve. Un paisaje muy hermoso que no nos cansamos de percibir.

Desde que salimos de Death Valley, tenemos nuestro detector de radiaciones prendido permanentemente, por las largas distancias que tuvimos, a nuestra derecha, de la ya mencionada combinación de centro de experimentos nucleares y base aérea.

Todo el tiempo que costeamos dichas instalaciones, nuestro detector mostró más que las radiaciones de fondo pero no más que lo que mostraba en Nuevo México y Arizona. Ahora mismo, justo antes de llegar a Tonopah, empezó a mostrar radiaciones, aun cuando no más fuertes que cuatro veces las de fondo, mucho más sostenidas que anteriormente - sin embargo, es a la altura de Tonopah que termina el complejo militar y nuclear aludido; ¿por qué será, entonces?

Hablando de cosas destructivas, Nevada parece que todavía no tiene bases de lanzamiento de cohetes; pero es un firme, si bien recalcitrante, candidato, junto con el estado de Utah, para albergar las bases de los cohetes más destructivos de que se tenga conocimiento: el sistema llamado MX. El sentir de la población de Nevada en cuanto al MX, lo vimos expresado esta tarde en un indicador vial que decía "Pare". Debajo de esta palabra, alguien agregó a mano "el MX".

Al respecto, nos podemos imaginar otra vez los arqueólogos del año 22.000 d.C. trabajando duro y parejo, y produciendo el siguiente

"Informe Arqueológico nºII, año 22.000 d.C."

"En el marco de la Investigación Arqueológica de Vespuccia, acábase de establecer la indudable existencia en el desierto de Nevada-Utah, que fue parte de la antigua civilización vespucciana, de unos misteriosos gigantescos geoglifos, en parte, de superficie, en parte, subterráneos; en su totalidad, pareciéndose a plantas en potes, ramificadas en varias inflorescencias curiosamente espinosas.

"Lo que parece delinear las inflorescencias, son pistas o caminos, de unos 24 kilómetros cada uno - pero llevando a ninguna parte por estar en circuito cerrado. Cada inflorescencia tiene, muy exactamente, 23, como que serían, las espinas. Lo curioso es que estas aparentes espinas no son vestigios de superficie sino sendas cámaras subterráneas.