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Lo malo, y penosamente inesperado para nosotros en Vespuccia, porque las cosas no solían ser así al principio de esta Expedición, incluye lo siguiente.

- Teléfonos públicos vandalizados, frecuentemente inutilizables; con blindado para evitar el robo de las monedas; con avisos de recompensa a quien ayude en la condena judicial de vándalos o ladrones; sin guías telefónicas.
- El equipo teléfonico, cada vez más menesteroso, desconsiderado, hasta ofensivo como si fuera una limosna: la anterior garrita telefónica - con puerta para protección contra viento y lluvia si no ruido, con luz automática al cierre de la puerta, con apoyo para poder escribir, a veces con asiento - ahora es un escaso vestigio de elegantes tiempos idos. Incluso vimos un lugar donde estaban eliminando estas garritas porque, se nos dijo, "las utilizan los desamparados, homeless, para sentarse y pasar el rato".
- Ahora, un aparato telefónico público está, típicamente, en un poste totalmente a la intemperie - viento, nieve, lluvia - por los cuatro costados. ¿Cómo lo aguanta su parte eléctrica?
- Pero desde cualquiera de esos míseros teléfonos podríamos, rutinariamente, hacer, aquellas llamadas de largas distancias e internacionales que tan difíciles o imposibles siempre nos resultaron en otros países - aquí, claro está, contra el purgatorio del ruido del tráfico incluyendo sirenas, y de la intemperie, y sin tener donde apoyarse para tomar notas.



 La cabina entera                                        La "medio-cabina"                                       La "no-cabina"

En cuanto a la falta de guía telefónica, tuvimos la suerte de solucionar el problema con facilidad por puro accidente: encontramos una guía nuevita, flamante, todavía envuelta en su plástico sellado a calor, tirada en la basura.  Todo un comentario de despilfarro por sí sólo.

Y hablando de guía, de cinco negocios que escogimos en esta guía, fresca de la imprenta, en base al gran tamaño de sus anuncios, dos negocios no existen. Otro caso de nuestro antiguo jueguito de "eso no pasaría en Vespuccia".

Por otra parte, es indudablemente una guía vespucciana; indudablemente, por su inabilidad de distinguir entre "extranjero" e "internacional".

Felizmente, podemos terminar con una nota tan super-positiva que se merece su propio parrafito.

Dos veces nos ocurrió que un teléfono público se tragase la moneda sin establecer la comunicación. Ambas veces, llamamos de inmediato a la operadora diciéndole qué había ocurrido; ella pidió la ubicación del teléfono recalcitrante, nuestro nombre y dirección; y, al tiempito, recibimos, cada vez, un cheque, por correo, por el importe de la moneda.

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