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como lo es la ejecución musical, teatral, coreográfica, y pudiera circular en el mercado solamente como copias sin posibilidad de agio?

La obra de arte literaria está en una posición híbrida.

Por un lado, tiene forma tangible - por una parte en similitud con las artes gráficas, por otra parte a diferencia de las artes actuantes - en la tangibilidad de su manuscrito. Pero, a la inversa, en similitud con las artes actuantes y a diferencia de las artes gráficas, en la práctica, circula por el mercado en reproducciones, que son las impresiones, y no en su original, el manuscrito.

De manera que, en la situación presente, las artes actuantes tienen solamente copias, sin original susceptible de agiotaje; las artes literarias tienen, en la práctica, solamente copias, aun cuando en la sombra de un original existente que, a la vez, no influye en las copias y tiene un potencial de agiotaje; y las artes gráficas tienen solamente originales, sin copias para temperarlos, y por ende con máximo potencial de agiotaje.

En un enfoque desde otro ángulo, se puede observar que un amante de pintura exige nada menos que un auténtico original, y desprecia una reproducción; un amante de música preferiría una interpretación directa pero, muchas veces, bien se conformará con una reproducción; y un amante de literatura toma la reproducción como fuente normal, completa y suficiente de su deleite.

¿Tiene esta problemática en su estado presente una salida?

Tenemos un pálpito. A los anti-agiotistas/especuladores/mercantilistas muy posiblemente les duele, más que agio, el hecho de que no pueden participar en él. Promúlguese una ley de propiedad intelectual por la cual el precio de venta de una obra de arte gráfica sería un monto X, más un porcentaje Y de posibles posteriores reventas si las hubiere, hasta, digamos 50 años después de la muerte del autor, y de repente terminaría la rebelión.

No hay duda de que nos estamos aproximando a la capital de los juegos de azar, por lo menos de este país si no de toda la Tierra - por la cantidad de carteles asaltándonos a ambos lados de la carretera de acceso a la ciudad; no solamente carteles sino casinos ya, también; parece que cada hotel, de tamaño mediano para arriba, y algunos moteles, tienen su mini-casino propio o por lo menos unas maquinitas auto-jugadoras - y eso, que todavía estamos solamente en las afueras de la ciudad.

Bueno; dejamos Las Vegas atrás, sin gloria y sin pena.

Es cierto que vimos hasta el más grande cartel luminoso de la Tierra, con 56,4 metros de alto, 27,9 metros de ancho, 25.000 lámparas, y 750 metros de tubos de neón; y que vimos hasta el más grande hotel de ocio y juegos de la Tierra, >>>>>>>> >>>>>>>>