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Por otra parte, los giros en las esquinas también pueden variar según la hora del día.

Todo está muy bien demarcado, pero, para quien no sabe que viene una demarcación y, por lo tanto, no puede adaptarse de antemano, de poco sirve. Una vez en la trampa, no hay escapatoria. En un tal caso, una vez, cuando faltaba un minuto para llegar a un lugar según experiencia anterior, nos vimos desviados por quince minutos de incertidumbre (vale decir una eternidad) para llegar al mismo sitio. Hay que reconocer, empero, que son sorpresas muy atendibles porque, en última instancia, es una manera muy eficaz de utilizar el potencial del pavimento, en vez de sufrir embotellamientos por muchos coches en pocos carriles, mientras otros carriles quedan vacíos. 

 DwC Oh, ¡pero el pavimento de Washington!  Otra sorpresa.

Frecuentemente tan terrible como en tantos sitios ridiculizados como subdesarrollados e impecuniosos - pero en esta capital que se quiere mundial. Para nuestro asombro y sufrimiento, una pesadilla para amortiguadores, elásticos, carrocería, todo. Y no en lugares apartados sino céntricos. Hay, a veces, pavimento liso, no se sabe si para compensar, o destacar, los lugares donde hay que reducir la marcha si no se quiere castigar el vehículo.



             ¿Un terremoto?                                           Una vergüenza en cualquier lugar

 DwC Regulaciones de estacionamiento en Washington son otro tema de cuidado.

Regulaciones - como ser, momentos del día cuando estacionamiento está prohibido o permitido en el mismo sitio, duración permitida cuando estacionamiento permitido, precio - pueden cambiar, y cambian, de un lado al otro lado de una misma avenida, de una cuadra a la siguiente, aun de una punta a la otra punta de la misma cuadra.

Siempre que se consiga estacionamiento. Cuántas veces tuvimos que llegar a un cierto sitio a las 6 de la mañana para asegurarnos un estacionamiento antes de la ola de tráfico de las 8; y a las 6:20, todos los estacionamientos en el sitio ya estaban ocupados. 

 DwC Otra sorpresa de Washington es que, en este mundo, mientras alguna gente se rompe huesos escalando cerros, hay otra gente que logra romperse huesos paseando por un jardín.

En otras palabras, en ninguna capital vimos tantos accidentes de tráfico como en Washington salvo en Bogotá. Bogotá detiene sin duda la palma, pero Washington le viene en buen segundo. La diferencia y lo extraordinario es que, mientras, en Bogotá, los conductores son aventureros del volante, toman riesgos disparatados, y pagan las inevitables consecuencias, aquí, en Washington, con lo constreñido que está el tráfico por los miles de órdenes, tanto en carteles, a veces incluso luminosos, como en el pavimento, uno se maravilla cómo puede haber accidentes.  Y los hay.