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En cuanto a los edificios, tomando otra vez como arquetipo el obelisco, ¿por qué no proveerlos de motivos de decoración o de alegorías concebidas de tal manera que, a la vez, no desvirtúen la calidad general desde lejos y ofrezcan nuevos puntos de interés desde cerca, cuando se pierde la noción del conjunto por su sobremedida? A este obelisco, por ejemplo, ciertamente no le vendría mal una serpiente emplumada mexicana o cualquier otro motivo, en su tercio inferior, empezando a, digamos, dos metros de altura, fuera de alcance de la patología vandálica.

También, ¿por qué no tomar inspiración en Montevideo? Hay, en Washington, cerca del Capitolio, un grupo escultórico de soldados bregando con un cañón, exactamente en el espíritu del grupo escultórico de gente luchando con una diligencia embarrada, en Montevideo. Pero la diferencia vital es que, mientras que los soldados faenan con su cañón de manera incongrua, estéril, académica, en lo alto de un pedestal, los postillones luchan con su diligencia de manera realista, insuperable, a ras de barro y rodeados de juncos. 

 DwC Naturalmente, recuerdos para turistas no faltan.

Lo extraño es que los vendedores de esos típicos recuerdos washingtonenses son todos ... asiáticos de varias descripciones.

Si, a más de recuerdos, se necesita durante las visitas un bocado a la corrida, hay opciones, incluyendo salchichas tipo vienesas y salchichón tipo polaco, con el exotismo adicional de recibirlos de manos, y con sonrisa ... asiáticas. Vimos una vendedora más exótica aún, y misteriosa a la vez, envuelta de pies a cabeza, con sólo la cara y las manos visibles, evidentemente no como protección sanitaria de la comida contra su cabello, evidentemente no de Asia oriental, sino de algún país islámico. Preguntamos. Egipto. 

 DwC   Las calles y avenidas de Washington son espaciosas. Frecuentemente de seis carriles. En flujo de tráfico, ofrecen sorpresas para todos salvo los entendidos especializados en un particular recorrido.

Por una parte, el sentido de tráfico en cada carril en una misma avenida cambia según la hora del día y según el día de la semana. De manera que el no-iniciado puede rodar por un trayecto con toda la confianza basada en un recorrido anterior del mismo trayecto pero encontrarse con que las cosas no son como eran. Los seis carriles de una misma avenida se metamorfosean, según la hora, entre, por ejemplo, dos en una dirección, cuatro en la otra, o tres y tres, cuatro y dos, a veces cinco y uno. Y nos ocurrió tropezar, en una calle que habíamos utilizado como de mano única, con la sorpresa de una manada de coches lanzados contra nosotros por carriles que nosotros creíamos que eran nuestros pero que, ahora, obviamente eran, por lo menos en parte, de ellos.